Réquiem
Publicado en Dec 15, 2009
Soy "libre". Durante tanto tiempo ignoré la luz del día, el susurro del viento en la ventana, pero hoy veo el color sanguinolento del amanecer y la brisa fresca ahoga mis pulmones.
Nunca esperé mucho de ti, mi amado. Hora tras hora, día tras día, anhelé el amor que nunca me diste y enjaulé mi mundo tras estas cuatro barreras de cemento que condicionaban mi existencia; los alargados muebles - esqueletos vegetales - asolando una mente de alas recortadas, el espejo resquebrajado en donde veía mi más perfecta imitación, pues mi Yo jamás lo conoceré, tú lo escondiste en tu cerebro metálico, tú lo deformaste palabra a palabra... Eras el benévolo demonio al que mi espíritu cuasi-humano adoraba, adormecida con cada extraña mirada tuya, y cada mentira que yo devoraba, ávida. Nunca me oíste preguntar nada, solo venías y besabas mis mejillas, pretendiendo ser un Dios que revive a un cadáver largamente vacío y fétido. Y realmente lo eras, pues cada día susurrabas que yo era un Ángel, pero que estaba enferma y solo tú - príncipe de la basura, rey coronado de gusanos - sanabas con dulzura y me regalabas el don espectral de unas horas más de vida. Y así el ensueño continuaba y así mi sombra crepuscular sobrevivía entre visiones dobles de atmósferas estancadas y mi esperanza de verte y experimentar el sabor, la fragancia, quizás el tacto del Paraíso, tu cuerpo mismo, incoherentemente lejano, sonriente y a la vez extraño, como desdibujado y atardecido por un no sé qué de de Infierno y perdición. Pero yo nací aquí sin ser niña jamás y siempre ignorante del Bien y del Mal. Tú eras lo mejor y lo único. Comía y bebía con gozo delectante, respiraba aquel aire, aquel vaho de olores infinitesimales, indescriptibles aún hoy. Creo que en algún recodo de mi ser albergaba la certeza de que algo allí estaba mal o no debía ser como era, pero, ¿me hubiera servido acaso de algún provecho cuestionar? ¿Cómo podía un ser carente de realidad teorizar acerca de la suya propia? Igualmente, todos aquellos pensamientos eran encadenados en las deformaciones de mi malogrado inconciente por tus ojos, negros como fosas, potentes imanes que volvían en bueno lo malo e instalaban una cuidadosa red de pensamientos predeterminados dentro de mí. ¡Vaya ángel era, pues! En mi resonante habitación, o mundo, o refugio, o prisión soñaba con tu imagen casi voluptuosa y creía conocer el amor en cada palabra que soltabas como mariposas hacia mí. Pero un día - ni lejano ni cercano, desconozco las variaciones del tiempo a mi alrededor - descubrí con sorpresa aquello que desfiguraba mi existencia, descubrí que lo que siempre desprecié eras tú. Sé que no lo merecías pues aún soy tu bello ser de la Luz, tu Ángel perfecto, pero ya no hay nada que puedas hacer. No sé como ni porqué un resplandor diferente desgarró el claroscuro de mi vida. Ví la habitación rebosante de objetos que proclamaban horrores y un amor que en realidad nunca existió. Ví las lágrimas y aún los manchones de sangre, las cicatrices y las pesadas cadenas. Hoy estarás volando, felíz sin mí en las nubes o bajo tierra... o tal vez simplemente a mi lado, congelando todavía mis sentidos con el fuego de tu semilla podrida antes de crecer. No alcanzo a comprender qué fue lo que realmente ocurrió. Es decir, el cuchillo me nubló y arrastró mis brazos con irreverente severidad. Creí en esas imágenes recién descubiertas, creí ver en ti maldad y una psicosis que redujo mi vida a la de un vegetal grisáceo. Y bajo el influjo de esa nueva verdad inmolé tu alma, invoqué a la misma Némesis en un holocausto de tejidos destrozados y ávida purificación. Hoy intento ser felíz, y a través de la ventana veo el cielo abierto y los campos de flores. Pero me pregunto si esta es mi verdadera realidad o si es un sueño, tal vez una hermosa pesadilla de la cual despertaré con un flamígero beso tuyo y nuevamente... oscuridad. Te amo y te odio, trato de descifrar este sentimiento de extraño alivio, sonrío y no lo comprendo, me siento sola, te hablo, te interrogo, desespero... pero tu no respondes: tu cadáver se pudre en el piso.
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Ricardo Nicols Martnez
Ricardo Nicols Martnez
Javiera Donoso
Escribes maravilloso...