Naciente. prologo, cap 1
Publicado en Sep 06, 2013
PROLOGO
Retumba la noche, y el suelo vibra desesperado bajo los pies. Lágrimas de horror que se pierden bajo la tormenta. Agitadas, suplicantes... Y la mujer pierde el aliento. Áspero dolor y el frió aire golpeando la garganta. Los gritos perdidos que nadie escucharía. La sangre lavada por golpes de lluvia, de pies desnudos que desesperados se hunden en el fango. Una última carrera que es imposible de ganar. Otro estruendo, esta vez supera al del clima. Golpes constantes y ciegos, pero cruelmente intencionados. Metal contra tierra, corteza y el cielo. Balas que no dan donde deben. Y aunque el terror supera, el improvisto dolor detiene, constante, desinteresado del momento. Una vida lista para aparecer en el mundo decide, que el momento apremia. Que el destino ha jalado la cuerda ahora, y ha dispuesto para esta ocasión... su obra más siniestra. La humedad que precede a la lluvia, y la paz que antecede a la muerte... proclama a la dama bajo el árbol más viejo, como su propiedad. El último aliento alerta al bosque consiente. Este, como naturaleza posee voluntad egoísta, y ante la idea de finalmente corregir un antiguo error, decide. La tierra bajo el árbol se contrae, y abre espacio hacia sus raíces preparadas para el trabajo. El cuerpo aun tibio sucumbe dentro. Que plan más osado, que oportunidad más perfecta. Pues, para el nacimiento del llamado "antídoto", es simplemente necesaria la muestra del veneno llamado, en este caso... por si mismo "humanidad". PUNTO DE INICIO Verano. 16 años desde entonces. Presencias extrañas han aparecido a kilómetros, se congregan en un punto y van en aumento. Ha pasado tiempo, pero la esencia es aun reconocible. Aquella peste molesta, misma que pocos años previos ahora llego a mutilar un pequeño espacio y uso los cuerpos arrebatados de este, para levantar uno de sus asquerosos nidos. Con los que burlonamente pretenden conectarse a la tierra. El sol abrazante, y los gritos de horror resuenan entre el ruido de pies corriendo. Una mujer con lágrimas en los ojos pierde el aliento, sus piernas tiemblan acorraladas en una esquina, y el miedo la hace gritar con fuerza... Un par de pies por fin han pisado a la tenebrosa cucaracha. "¿Cómo podían haber esa clase de bichos en la cabaña?"... Como es que piensan los seres humanos. Dana había tenido un sueño hace meses. En este caminaba descalza por un bosque iluminado al anochecer. Los arboles danzaban al ritmo del viento, y el ambiente era cálido, misterioso y agradable. Sus pasos la llevaron hacia un enorme lago de azul hipnotico, donde desesperadamente quería meterse. Este mismo sueño habría de repetirse por días y en ninguna de esas veces, le fue posible tocar el agua. Y fue entonces, cuando al faltar un mes para su cumpleaños 16 lo decidió. Una fiesta de acampada, una cabaña en el bosque con sus amigos, licor y música. Eso deseaba. Roman y Said huerta eran un par de hermanos usualmente desocupados, o eso, hasta hace un día cuando por casualidad, un hombre que comía en la mesa conjunta a ellos menciono que aquella cabañita del bosque, la cual todos conocían, seria rentada por niños. Como es que funciona una mente completamente maliciosa... o en este caso, dos. "Alas de Mariposa" Las usan las niñas cuando se transforman esporádicamente en Hadas. Las usan los artistas y la publicidad cuando desean manifestar a la inspiración en forma. La naturaleza de la curiosidad humana, pudiera ser con certeza, la cosa más extraña, impredecible... y cruel. Un pequeño bicho colorido que ha caído en unas pequeñas manos. Aquellos ojos curiosos que por momentos han perdido el temor automático al aleteo impredecible, y al insecto ya no tan bello que se haya en medio. Y la falta de este temor apremia la curiosidad y esta a su vez, a un pequeño acto de deseo individual que lo cambia a todo. Cualquiera pudiera alentarse a sí mismo a tocar, uno que otro, la mayoría tal vez. Agitaría la mano vencido por el miedo natural. Pero este niño en particular... ha decidido arrancarle las alas. Diremos que aquí es donde se divide la humanidad de los hermanos y el demás mundo. Aquellos chicos serian una presa fácil, pues que más daba si ganaban en número. Si el más que posible alcohol, ambiente y lugar, los pondrían en desventaja. La dicha cabaña se hallaba a una conveniente distancia de hora y media del centro de la ciudad, y en esta, entre un viejo edificio en reconstrucción y una farmacia de 24hrs, estaba la única estación de policía. Donde, hay que mencionarlo. No tenían la costumbre de tomar muy enserio las llamadas de adolecentes ebrios. Que perfecto lugar era donde vivían. ¿Alguien ha visto a Cesar?! -. Preguntaba la anfitriona mientras esquivaba torpemente a los chicos que llevaban las cajas de cerveza. Estos, lo más probable es que no supieran siquiera quien era Cesar, aun si no hubieran estado llevando audífonos entonces, pero la cara de la chica parecía preguntar algo, algo que podía llegar a costarles algún tipo de trabajo... lejos de la cerveza. Por lo que respondieron "no". Cesar y su tendencia a escapar de la vista. Neurasténico y esporádicamente agresivo, nunca en sentido físico, pero su mal genio era conocido y mal interpretado por los amigos cercanos de Dana, quienes no podían creer que ella pudiera estar viviendo con "eso" desde hace cuatro años, y mucho menos que se hubiera empeñado en llevarlo a la fiesta, si bien sabían que ella tendía a llevárselo a la mayoría de los viajes, creían que la situación no la pondría en un buen lugar cuando llegase Marco, podía verse que él y Cesar se odiaban desde hace tiempo, y quedo en claro cuando Marco, como novio oficial de Dana se presentó en su casa, tendió la mano a Cesar, y este sin pensarlo dos veces, le mordió. Si, por si había alguna duda, Cesar era el mejor amigo de Dana, "Cesar el conejo". Y ese pequeño, hermoso peluche lleno de maldad, estaba perdido. -Monstruos peores he visto-. Dijo una chica cuando el encargado del cartel que se pondría a la entrada del camino, en lugar de flecha dibujaba una especie de caricatura bizarra que señalaba el rumbo a la cabaña, caricatura que si se miraba muy de cerca y con la cabeza algo girada, podía pretender ser sherk... con una botella en la mano. "diferencias creativas e incomprensión del arte" pensó él y continúo pintando. Dana había buscado por los dos pisos de la cabaña mientras sus amigos recogían los pies sobre el sofá, tal vez estarían así hasta que el monstruo regresase a su jaula. Pasaba el tiempo y aquella vocecita individual en su cabeza, la cual aparecía cuando el miedo lo hacía, comenzaba con su habitual monologo. "Sola" "sola... lo has perdido" Dana intento apagar su interruptor de exagerado pesimismo, aun cuando no dejaba de mirar la puerta principal, que estaba abierta. Sus peores pensamientos tenían una base muy real y lo odiaba. Solo quedaban dos habitaciones por revisar, no sabía lo que haría si no estaba en cualquiera de esas dos. ¿Cómo reaccionarían sus amigos si se ponía a llorar?, ahí frente a todos, por un simple conejo. Ella nunca había dado una expresión tan débil, tan personal. Lo más probable es que ellos siempre la hubieran considerado una chica superficial y alegre. Cuyo, uno más de sus caprichos era llevar a su mascota a todos lados, como un accesorio. Miró detenidamente el primer cuarto, un sofá cama rojo descolorido por el tiempo que parecía ser más viejo que las mismas paredes. Solo eso, y un buro de madera. Ambos muebles con la base tan al ras del suelo, que Cesar no podría estar oculto ahí. Y la voz golpeo de nuevo la palabra más odiada, "sola"..
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Josep Mumbr C