Orfeo
Publicado en Dec 17, 2009
La noche me pilla por sorpresa, y la luna y estrellas descubren que me oculto de ellas para no verlas.
Porque sé lo que quieren; ansían conocer mis penas, oír de mi lira las maravillas que tanto admiro, expandir mis cantares por el reino celeste hasta que el mundo se entere de mi maestría y talento. Pero hoy no quiero. No puedo ni quiero admirar a la reina de la noche ni a sus fieles servidoras, no puedo ni quiero alabar el verdor de la tierra ni la alegría de mis vecinos. ¿Cómo hacerlo, si la melodía que dichosa serpenteaba en mi cuerpo se ha dormido entre un invierno frío y solitario? ¿Cómo, si mi alegría ha muerto a manos de un ser bidente y vil? La poesía se ha quedado atorada en mi garganta, y mi corazón rehúye cualquier contacto humano y cálido. Todos los días maldigo mi curiosidad y desconfianza, y me repito que debí ser más paciente, esperar un poco más... Las mujeres del valle quieren que mi lira vuelva a darle vida a los campos antes fértiles y ahora secos, a merced de las plagas y el viento... al igual que yo. Somos agonizantes deseosos de vivir llenos de agua dulce y fresca y morir lentamente porque no podemos obtenerla por nosotros mismos. Soy un tronco hueco y podrido, sin esperanza alguna. Quisiera aferrarme a algo para no caer, pero estoy solo y mis raíces ya no me sostienen: Caeré inminentemente. Las mujeres insisten, me buscan. Soy para ellos un objeto ya oxidado por la agonía y el desconsuelo. Todavía no entienden que estoy de duelo, que mis manos ahora sólo cuelgan flácidas e inútiles; mi boca ya no canta ni ríe, sino gime y suspira; mis ojos encendidos de dicha se han apagado por lágrimas amargas y dolidas, y que mis labios jamás volverán a dibujar una sonrisa, sino una mueca de pesar y de recelo. Estoy harto de oír sus quejas, sus voces me martillean en los oídos como si de hoces y rastrillos se trataran. El dolor infligido no es comparado con el de la ausencia, sino placentero. ¿Es su voz quien me despierta?, ¿o es sólo mi cabeza delirante, mis oídos llenos del agua? Lo ignoro, pues su voz era como el agua... Diré su nombre, esperando respuesta. ¿Quién me recibirá?, ¿sus manos, o la tierra?
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