La flama deja el alquitrán.
Se levantan suavemente las sábanas.
Los hombres comienzan a hilvanarse
en la costumbre de su día a día.
Cada uno busca su dentífrico
y apenas están conscientes de su respiración.
Todos poseen trastes obsoletos
y el día los dibuja encima de su rúbrica.
Se les ve trenzados al lavabo
y ya dentro de sus decaimientos.
Los espera la escuela o el oficio
y un momento agradable en el almuerzo.
Entre sus movimientos y mohínes
se apresuran a repetir y calcar su ayer.