El pescado dialctico.
Publicado en Dec 19, 2009
El pescado se fríe lentamente en la casuela, pequeñas lagrimillas de aceite saltan. Las aletas se están poniendo duras. Yo miro fijamente el grifo del agua; al lado hay un montón de botellas de cerveza medio vacías. La cerveza apesta al otro día; la resaca más ese olor insoportable hacen estragos en mí. Tiro los restos de cerveza por esas tuberías que, supongo, han de conducir al infierno de las ratas; abro la llave del agua y empiezan los decibeles y las disonancias. Poco a poco los sentidos, que se me habían fugado anoche, regresan ésta mañana para alimentarme, para hacerme sentir vivo. El aroma del pescado es bueno y miro sus pequeños ojos hundidos y muertos. Estando aquí, en medio de la cocina, me pregunto si mi alma será igual a un pescado frito; miro sus pequeñas aletas fritas, su boquita frita, su panza frita. Miro que no todo el pescado es uniforme, sin embargo es uno ¿por qué no dos? La realidad comercial cae a mis hombros como una tonelada de cemento. No importa, pienso, le sacaré un poco de dinero a las revistas de literatura, quizá un poco a mis padres, quizá un poco más a mis putas. Da igual. Me vuelvo a concentrar en el pescado, cada vez se fríe más, casi está listo; reconozco que es uno, pero que sus características son múltiples, como si fueran muchas cosas formando una unidad; no reconozco si es un pescado o una multiplicidad de cosas (aletas, ojos, cola, escamas...) Desespero en esas intenciones, crueles y viles, de mi puta cabeza. Me quiere hacer pensar en un día de resaca... Es sábado por la mañana, observo el periódico, el presidente exige el dinero ciudadano con una máscara que pretende darle voz y voto al pueblo en las decisiones del país, la mierda de siempre, me aburre la política, hasta un imbécil ve las infinitas falacias lógicas de los gobernantes y, se supone, un Estado se tiene que gobernan con razón. ¡Cállate maldito cerebro, no pienses! Abro una botella de cerveza, victoria. Así sabe: a victoria. Ya sirvo el pescado. Abro otra victoria. Miro el pescado, lo contemplo, está fuera de mí, no es yo y está en mí cuando lo percibo o, al menos, está en mi mente: concepto. El pescado ya no es pescado, es un concepto para mi mente. Pruebo un bocado... mmm... Me cagan los desayunos silenciosos, pongo un disco The Best Of Moody Blues y le subo volumen al estéreo. Bailo un poco ondeando los cuchillos en las manos, como cortando el sábado en dos. Salgo de la casa, pateo un balón de fútbol y prendo el boiler. Pienso que deberían sacar al Guille Franco de la selección, sólo nos hará ver mal en el mundial. Regreso. Me pongo frente al plato de pescado... Ese pescado es algo a lo que me enfrenté, fue mi enemigo, luego, desde mi interior lo deformé y ahora lo voy a comer. Afilo el cuchillo y me abro otra victoria. Le pongo salsa al pescado, otra cualidad extra, no le pertenecía pero ya le pertenece. Finalmente devoro el pescado, un pescado delicioso, un pescado de lo más legal. Voy al refrigerador por una victoria, pero se agotaron, así que me pongo mis gafas oscuras y voy cominando al supermercado para comprar más victorias. Estando ahí también pido unos cigarros. Ahora camino a mi casa, de regreso, soñando, mirando las nubes. Prendo un cigarro, el humo suave hace espirales en mi garganta y por fin sale a un mundo tembloroso y húmedo. Empiezo a caminar un poco más rápido, comienzo a caminar con estilo, como si escuchara un disco de The Doors en mi cabeza. Llego a mi casa, me siento un poco en el portal. Escribo algunos versos sobre putas y pescados. Abro una victoria. El tiempo se enmaraña en mis ojos y los lagrimea, el maldito sol brilla a pesar de ser un día húmedo, un día de lluvia. Seguramente los enamorados se besarán bajo un arco iris. Yo no tengo tiempo para esas cosas. Entro al baño, meo un poco salpicando los contornos de la taza, para no perder la costumbre; leí un libro de historia, decía que las costumbres eran importantes, Lleno de agua caliente la bañera, me desnudo y me meto, me sumergo. Finalmente, éste sería mi último pensamiento, el pescado ya no existe, sólo existe su concepto dentro de mi mente. Y esa es su única y triste verdad.
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Getzeman
Por otro lado, tenía antojo de pescado. No hay gran explicación,
Muchas gracias por leerme, Nos estaremos leyendo.
Un abrazo y feliz año, compañeros :)
Paris
Angel Damin de Salinas