Como sabemos, la violencia en la educación, ya sea bullying o sus derivados (como por ejemplo las peleas que se arman sólo una vez y después no vuelven a ocurrir). En este ámbito, el rol tanto del profesor como el del orientador tiene que ser fundamental.
La orientación abarca un amplio protagonismo en este tema, ya que no solo se debe preocupar por la las víctima(s) y el o los victimarios, sino que también es fundamental orientar a la familia y la gente que rodea a ambas partes.
Si tenemos a una víctima y a un victimario, definitivamente no están enfocados en lo principal, que son los estudios (en el caso de la violencia escolar), y obviamente el rol y el deber de la orientación en este caso es retomarles el rumbo para que se dediquen a lo que se tienen que dedicar: a sus estudios.
Pongámonos en el caso de que un alumno agrede psicológicamente a su compañero de aula, lleva más de 1 año haciéndole lo mismo. Amenazándolo de muerte, de matar a la familia y cosas por el estilo, con el propósito de que el victimario mantenga a través del tiempo el respeto y el miedo de la víctima hacia él. Y eso es lo que la víctima efectivamente hace, mantiene (y en muchas ocasiones aumenta) su miedo hacia su victimario, y esto no influye en él solamente en el sentido del temor hacia él, sino que crece el temor y la desconfianza hacia los demás, incluyendo a su propia familia, y esto afecta en su autoestima, auto concepto y lo puede marcar durante toda su vida, incluso impidiéndole hacer cosas como casarse por ejemplo, o tener amigos cercanos, porque la confianza no va a estar por parte de la víctima por más que quiera tenerla, y esta consecuencia es mucho más efectiva si la víctima de violencia escolar es un niño, porque entre más niño, más secuelas tiene a futuro.
Sin embargo, la orientación entra a jugar su rol cuando el orientador sospecha que el alumno está siendo víctima de violencia escolar, o puede ser al revés, cuando se da cuenta que el victimario tiene a alguna víctima identificada.
En una primera instancia, el orientador debe hablar con los protagonistas del caso, víctima y/o victimario, preguntarles (sobre todo al victimario) cuál es el motivo de hacer lo que está haciendo, qué es lo que lo motiva, y también preguntarle a la víctima por qué no ha denunciado el hecho, en pocas palabras, sacar la mayor cantidad de información posible, y con esos datos que tenga (si los tiene) debe hablar con la familia o con los más cercanos de la víctima y victimario, pero hay que tener cuidado en no juntar a las 2 partes, porque eso claramente se puede prestar para agresiones, insultos o incluso amenazas.
Lo que hay que hacer es hablar con una parte primero y después con la otra; contarle los problemas que tiene su hijo y tratar de buscarle un por qué a esa situación (ya sea de agresividad o de ser agredido). Si eso se logra, hay que tratar de darle una solución al problema, y por qué no tratar de llegar a un acuerdo entre las partes, aunque eso puede tomar cierto riesgo por lo antes mencionado, pero tratar de hacer dialogar a ambas partes (las familias o más cercanos, pero no la víctima y victimario), hablar el tema y ellos orientar a sus hijos o pupilos con ayuda del profesor para que así el estudiante sepa, gracias a una buena orientación, cómo seguir su rumbo correcto, que es el de seguir estudiando y no preocuparse por cosas extra escolares como la violencia escolar.
La tarea del orientador en esto es vital, ya que si un alumno está desorientado, no sabe qué hacer con su vida ni cuál será su futuro el orientador debe ser un guía fundamental para su futuro, su vocación profesional, etc.
Esto no lo debe hacer solo, debe apoyarse entre pedagogos, directores, familia y ambiente del estudiante, para así poder hacer un trabajo más eficiente y tener la seguridad de que el alumno, ya sea víctima o victimario, se oriente hacia un buen rumbo.