Gentilmente se regodea el batracio
de llevar insectos a su boca:
Es un prodigio que se esconde en la ciénaga
y trata de mimetizarse entre los peñazcos.
Los niños lo destrozan con estacas
y los retardados lo buscan por entre los peñones.
El batracio ve a los hombres agruparse en su tara
y baja hasta el fondo incómodo del pantano.
Su satisfacción son las moscas frescas
y su mayor anhelo es llenar su estómago.
El batracio a veces se va tras los indígenas
para pernoctar entre sus matorrrales.
Allí se siente más seguro
mientras los hombres se inclinan a la caza de víboras.