El sueño de esta mañana prometía ser de los peores hasta que abrí uno de los libros que me había robado años atrás aquel impío y condenado. Estaban sobre el papel las palabras más sabias y hermosas. Dios, gracias, te lo agradezco tanto. Lo necesitaba y no me había dado cuenta. Esto es lo que te hace parte de mí y sé que tú también lo sabes. Necesito que me lo recuerdes constantemente. Creo en ti y por favor permite que todo esté bien. En especial cuando hay quien no valoró el tesoro escondido en su propia mano y desgarró la vida del otro pretendiendo salvar la suya en su reemplazo. Por fin sé que puedo usar esta palabra como algo mío. Decepción es quien ella es. Nada más allá. Ni siquiera vale la pena nombrar lo pasado, pero es una decepción lo que se espera en el futuro en su pobre auto compasión y pensamientos carentes de valentía, coraje y orgullo. Indignidad es su nuevo nombre. Su envidia regala al otro un manojo enorme de poder y ego a su pasar. Gracias por lo que fue y lo que no fue. Gracias por todo lo que existe, existió y existirá. Gracias por aquel mundo de lo existente y lo inexistente. Gracias por hacer de mí alguien con la capacidad de seguir.