Para él fueron vorágine
Publicado en Jan 03, 2010
El torero siente en los tuétanos la cornada del abandono
de las mujeres que para él fueron vorágine y turbulencia. Es prosélito de todos los traumas de la postración: Su cuerpo se dobla en la cama en bruscos temblequeos. Sabe que la farsante se fue en un furor fulminante y que lo asesinó con sus últimos gritos bastardos: El torero no es más que una caricatura de carne. Se ha hecho parte de la condenación de una mujer infartante. Ya no volverá a dar corridas ni a clavar banderillas pues no es capaz de dejar su sopor ni llevar su martirio. En su condición pasará una larga temporada lloroso hasta que pueda rearmarse y vuelva a amagar con sus huesos.
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