Las prostitutas se echan a dormir: Han trabajado la noche inacabable. Dejan su ropaje sobre estatuillas de santos, han ido de asunción en asunción.Algunas veces fueron las vírgenes del pueblo y, otras veces, heroínas inéditas. Se arrojan a sus camas como plantígrados en sus cuevas:
Su hedor es el mismo que el de las mancuernas robadas y los ayuntamientos voráces.Copúlan por mendrugos si el mundo está en guerra y el hombre les paga con desprecio. Los hombres son hálitos inmateriales y parcos que sólo buscan dejar sus impresiones en sus estrías. Hay que apagar la luna para dormir. Hay que poner polvo de centella en las terrazas. Muchas mujerzuelas sueñan con arroyos que las arrullan con vientos frágiles.Las prostitutas dan minutos extra si les llevan bombones: Son luciérnagas apagadas y enfermizas que se mueven en lo cadavérico.Surge el sol y no las espanta. Giran las espuelas del viento aparentando ser dragones que lanzan epítafios a los árboles. Los bares se han cerrado y la promiscuidad descansa hasta entrada la tarde. También hay verdaderas vírgenes en sus yelmos que son corolas que desean ser cortadas antes de llegar al altar. Este milenio calca al milenio pasado en lujuria y gemidos