Bebí el veneno de besos silentes.
Fuí poseso y amo de todas las pasiones.
Era mi corazón mar grande que venteaba.
Era mi cuerpo infierno fúrico y turbulento.
Las mujeres fueron para mí estribos de mi cabalgadura:
Levante sobre ellas mi espada y pendón.
Caí en secuencia en sus tibios enclaves.
Mutilé y fuí mutilado en mis arrojos.
Decenas de rostros besaron mis pectorales
y la ingratitud de muchas llegó a colarse en mi sangre.
Proliferé sobre las hembras más artificiosas
e introduje mi cauto aliento en las sapientes.
Hoy sigo a las de ojos y mirar temible
decodificando la forma de llegar a sus labios.