Notas del Inframundo - por Gustavo Gall - primera entrega
Publicado en Jan 06, 2010
"Para uno de esos gnósticos, el visible universo era una ilusión o (más precisamente) un sofisma. Los espejos y la paternidad son abominables porque lo multiplican y lo divulgan" (XXXVI of Anglo-American Cyclopaedia)
El Signo Dael vagaba errático por el mundo de las desilusiones, esperando de la vida más de lo que podía encontrar, cuando se cruzó con aquel hombre de aspecto miserable, justo en la parada de autobuses. Llovía copioso. Era una de esas noches en las que el cielo parece enfermo. El tipo se le acercó y le pidió fuego. Tenía un cigarrillo armado colgando de la comisura de sus labios. Le goteaba la nariz. Con las sombras de aquella semi-oscuridad, apenas salpicada por momentos por el macilento reflejo de neón y las luces de los coches que doblaban por la esquina, alcanzó a distinguir que el extraño tenía la piel tan arrugada como un pergamino, y los ojos pequeños y claros. Sus pómulos eran puntiagudos y guarecía una cadavérica expresión inquietante. Algunos mechones de cabello gastado, que parecían pelos de acrílico de un muñeco de peluche, asomaban por debajo de una gorra marinera, en la que llevaba una inscripción de Nike en letras blancas. Buscó el mechero en su bolsillo y lo encendió a la altura de su cara. El otro chupó de su cigarrillo y escupió de lado una densa nube de humo que le envolvió el rostro hasta disolverse en el aire, como una inspiración. -Gracias amigo- dijo con la voz ronca y taciturna, y se le quedó mirando fijamente con esos turbadores ojos que parecían taladrar los suyos hasta llegar a sus pensamientos. -De nada. Mantuvo la mirada con la misma expresión de inquirir. -¿Nos conocemos de algo?- preguntó el extraño, sin quitarse el cigarrillo de la boca. -No, creo que no. Frunció un poco la nariz y afiló la vista para estudiar a Dael detenidamente. Perfiló un poco la cara como hacen los cachorros de perro cuando descubren algo novedoso del mundo. -¿Seguro? Yo diría que nos hemos visto antes. Dael encogió los hombros. -Creo que me confunde con otro. No recuerdo haberlo visto antes- insistió. Asintió sin sentirse convencido. Volvió a escupir otra bocanada de humo, y sostuvo por primera vez el cigarrillo con aquello que asomaba de sus dedos a través de sus guantes recortados. Ahora la mirada lo recorrió de abajo hacia arriba como un scanner. -Bueno, tal vez haya sido en otra vida, tal vez haya sido el encuentro entre otras dos personas. Calzó el cigarrillo en su boca y con la misma mano le dio una suave palmada en el costado del brazo, casi a la altura de su hombro izquierdo. El contacto no fue normal, fue algo muy extraño... Por un instante Dael sintió como si de su mano prorrumpiera una corriente eléctrica que caló su ropa, su piel y sus huesos. Se estremeció. Mientras volteaba para marcharse dijo entre dientes, y con la boca pequeña... -Manchado. Se apartó unos pasos. -¿Qué? Se dio la vuelta para mirarlo nuevamente. Ahora la mueca de su boca moldeaba una leve sonrisita contenida y sus ojos... esos ojos también sonreían. Hubo un instante de silencio en el que permanecieron mirándose. Ahora la perspectiva parecía otra, parecía que había surcado un doblez temporal de la conciencia y se había abandonado a los sentidos. Fue fugaz, tan breve como un suspiro, pero tan intenso como la agonía de una pasión. De repente aquel rostro le pareció más joven, y la misteriosa aura que lo rodeaba parecía haberse nutrido súbitamente de una vitalidad diferente. -¡Manchado!- repitió. -¿Manchado de qué? ¿Qué significa eso de "manchado"? -Significa que ahora te toca buscar a otro a quien manchar. Es así, es el juego de la mancha... yo estoy tranquilo porque la regla número uno es: "mancha con mancha no vale", así que me voy a disfrutar de mi indulto. Que te vaya bien- concluyó y se perdió en las sombras urbanas. Según Dael aquel fue el comienzo de sus desgracias. A partir de esa noche ya nunca pudo dormir de un tirón sin que las pesadillas lo acosaran hasta dejarlo perturbado. Desde entonces todo el mundo huyó de él como de la peste. Nadie sabía concientemente porqué, en su presencia, sentían que había algo nefasto. (Este fragmento forma parte de "Las notas del Inframundo" por Gustavo Gall. (c)-A.R.Ress. Int. copy. Reservados todos los derechos del Autor)
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