LAS HERIDAS DE LA PATRIA
Publicado en Jan 11, 2010
Debemos mostrar al pueblo el horror de su envilecimiento y de su miseria, nunca se verifico excelente autopsia sin despedazar el cadáver, ni se conoció a fondo una sociedad sin descarnar su esqueleto, porque asustarse o escandalizarse cuanto se diga de nuestra forma de vida, lo palpan nacionales y extranjeros, la lepra no se cura cubriéndola con guante blanco.
Pero de nada servirá revolver siempre las heridas de la patria, y enconarle mas sus llagas, si al mismo tiempo no levantamos el espíritu de la gente pacifica de la costa, si no sacudimos con dureza brutal a esos hombres soñolientos que perdurablemente cabecean en la falda de la gran cordillera y en nuestra selva, si no damos continuas descargas eléctricas a esos organismos amenazados de parálisis. Mucho se hablo ya al Peruano de sus obligaciones, para que se acuerde de sus derechos, abajo esas mentiras convencionales de respeto y resignación, todas esas antigüedades respetadas aunque no respetables, sirven de cómplice a la tiranía política, económica, social y religiosa, consideramos el transcurso de los años como una sanción, cuando por el contrario, los errores mas antiguos merecen mas odio y guerra mas implacable, porque mas tiempo nos engañaron y mas perjuicios causaron. Esta palabra resignación, inventada por los astutos que gozan con encadenar el brazo de los inocentes que sufren iniquidades y atropellos, debe desaparecer de todos los labios, porque suena como sinónimo de ultraje en el opresor y de cobardía en el oprimido. Las clases desheredadas tienen el derecho de usar todos los medios a su alcance, para sustraerse a su desgraciada condición, porque desmayar de hambre a las puertas del palacio donde hay un festín, si violentando la entrada con las ultimas energías, se consigue manjar y sitio para todos, los despojos sociales nacieron de la violencia, se fundaron en la violencia mas o menos solapada y combatirlos de igual forma es ejercer el derecho de contestar a la fuerza con la fuerza. Ninguna luz sobrehumana nos alumbrara en nuestra noche, ninguna voz amiga nos animara en nuestro desfallecimiento, ningún brazo invisible combatirá por nosotros, lo que somos nos lo debemos a nosotros mismos, lo que podamos ser nos lo deberemos también, para marchar no necesitamos mirar hacia arriba sino hacia adelante.
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