No hay asidero encima de las cúpulas, el viento resbala y cae en los esteros. El alba se disemina por los caminos y lleva al fusilamiento de las sombras. Estalla la luz en las piletas, donde también detonan los amoríos. El día circunda a los cuerpos que se raen y cada amante roe al otro con sus dientes extremos. Hay despilfarro de besos y de luces y cada pareja suelta una carcajada. Lo impronunciable se hace pronunciable y puede entenderse lo ilegible. No hay groserías ni querellas y los corazones se encuentran armoniosos.Hombres y mujeres se enlazan en abrazos al abrisre una botellla de vino entre risas. No hay respuestas resbaladizas y cada uno está contento con su flor y su sentencia.Las nubes son bajeles corteces bajo el metálico sopor solar.Las mujeres se alejan de lo clásico y se acercan al cateo sedicioso y al abierto besuqueo.La madera se hunde ante el peso de los civiles en una grata sensibilización, mientras los abejorros corrigen su vuelo
y respetan las imágenes y los coloquios.El viento que se arrastra desde los esteros descompone las brújulas y cada uno se mantiene en su piscina o en su patio. El día mueve lentamente su pistón tiránico y coloca solos en los nidos de los arrendajos y la alegría, entregada, contrasta con las personas tristes que jamás dejan su habitáculo.