Genoma y feromonas: Fidelidad (parte 3)
Publicado en Jan 12, 2010
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La ducha. Yo sabía que toda agua era bendita, pero haría falta un verdadero diluvio para apagar el chisporroteo de mis locas sinapsis. Mientras mi costado siniestro añoraba la piedra pómez con la que fregar hasta el último de mis poros culpables, el lado diestro decidía que lo mejor sería obviar el hecho de que Isabel hubiese leído aquel meloso mensajito que yo preferí atribuir a la probable malicia de Moriana, antes que a la improbable impaciencia de Julia; entonces, silbando melodías de Charly García, salí de la ducha con un talante renovado, con el implacable revoque facial de los hipócritas; sí, ya me había decidido a simular y a sentirme injuriado y rasgar mis vestiduras en caso de que Isabel me exigiese la pertinente explicación; ésa sería la mejor estrategia para encarar aquello, porque, comprensivo lector: ¿quién no se ofendería en caso de que se metiera mano a sus efectos personales? Si el secreto y intimidad en la correspondencia están protegidas por la propia ley,  por analogía, eso también debería aplicarse a los sms ¿cómo era posible que Isabel, impunemente, leyera mis mensajes de texto y que, aún después de ello, tuviera el tupé de hacerse la ofendida? Pero no, ahí ya estaba yo, achatando mis rizos ante el espejo y mirando aquellos mismos ojos que tanto extraña el fantasma hambriento, clavando mi mirada en las pupilas de un lado siniestro con ganas de disculparse, entregarse a la justicia y decir toda la verdad, con la pueril ilusión de volver todo atrás, y en resumen, con ganas de hacerse cargo.
Tarareando alguna melodía llegué a la habitación del balcón y ahí estaba Isabel, cabizbaja, acariciando al jocoso Marianito que parecía ser un átomo de pura, cuadrúpeda e hirsuta alegría; como no me daba la cara para mirarla directamente, con el rabillo del ojo adiviné que en su semblante se denotaba la misma pesadez de días atrás, los días anteriores a la llegada del cachorro: párpados nimbados por unas tormentas de llantos aún contenidos, comisuras caídas que apenas sostenían un trémulo labio inferior, pómulos que parecían marchitarse al ritmo de tanta recurrente infelicidad. Silbando alguna otra melodía, elegía las prendas con las que me vestiría cuando escuché el primero de sus sollozos.
Las ansias crecientes de las curvas y hemoglobina de esa nueva piba viperina que era Julia, se había combinado con aquel aburrimiento que no había tardado tanto en llegar; era la maldita cotidianeidad la que nos había condenado a aquello y, como yo aún no temía a que un despecho suyo me resultase tan letal (como terminó por serlo), así doble mi apuesta e ignoré su llanto aunque un torniquete en el esternón me sofocara el pecho. Si las cosas no habían hecho más que empeorar cuando comencé a ceder a sus caprichos, como creyendo que con tales resignaciones lograría recuperar aquella paz que ya se había fugado por una claraboya, el colmo había sido aquella maldita madrugada final, la del aborto; y si mientras tanto yo mentía, y mentía, y mentía y así, no sólo iba perdiendo territorio en mi ya mínima autonomía, sino que, a la vez, el tamaño de mis gónadas se iba encogiendo a la par del diámetro de mis globos oculares, un cerco se estrechaba y ajustaba mis sienes en tanto que, en esa misma involución por la que ya había perdido mi propia voz, mi propio arte, mi propia sangre, el mundo entero era mal regido sólo por Ella. Era mi culpa, yo había convertido nuestro amor de aromas y temperaturas perfectas en aquello.
En la noche paralítica de Ituzaingó en la que la humedad prometía un violento temporal, llegó ese momento terrible en el que no me importó su llanto y diestramente decidí usarla, consumirla hasta abandonarla, como lo haría todo mono sapiens de ley.
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Foto del autor inocencio rex
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3 Comentarios 316 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Palabras Clave: fidelidad

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



Comentarios (3)add comment
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Roberto Langella de Reyes Pea

¡Intringulis chíngulis!, como decía anteojito. Quiero ver eso.
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January 13, 2010
 

inocencio rex

gracias robert.. qué se viene?? y... el final de los finales
(ah, y una cita al blues del zarpado)
Responder
January 13, 2010
 

Roberto Langella de Reyes Pea

Otra joyalidad :)
A ver qué se viene!
Responder
January 12, 2010
 

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