Desde muy niño mi padre me enseño que la Prudencia me protegería de muchas cosas, con el pasar de los años y a fuerza de muchas lecciones dolorosas que la vida me dio, lo aprendí y lamente no haberlo hecho cuando mi padre me lo decía...
Hoy en día cuando  leo o escucho a personas expresar opiniones arbitrarias, o aun peor llenas de arrogancia, llega a mí un sentimiento de compasión, porque la vida misma se encarga de reprender esos procederes de la peor forma.
Hoy a mis cuarenta años, tengo una hipótesis para tratar de comprender el por qué de esos comportamientos de nosotros los humanos; siento que una de las cosas que  impulsa a ser  arrogantes es la envidia, desafortunadamente por mucho que se hable de ella y se trata de inculcar que no lleva a nada bueno, no la hemos podido erradicar como lo hicimos con la peste bubónica; cuando sentimos que alguien más obtiene lo que nosotros no hemos logrado entonces decidimos hacerlo victima de nuestros ataques y criticas sin una razón aparente.
Y no es un mal exclusivo de las mujeres, yo fui en algún momento de mi vida uno de los que decía... "esas son cosas de las mujeres" y cuando me hice un examen honesto de conciencia el resultado fue a vergonzante.
Otras de las razones según mi hipótesis es el complejo de superioridad, nos creamos una máscara de  supremacía, solo para ocultar una baja autoestima... y desde nuestra mascara señalamos a dedo los supuestos errores de los demás, como si estuviéramos por encima del bien y el mal.
Quizás muchos no estarán de acuerdo conmigo otros tal vez sí, pero lo cierto es que la prudencia, la humildad y la honestidad son dones que pueden hacer de nosotros mejores seres humanos.
Y aun cuando yo por experiencia propia sé que no es fácil lograr reunir esas tres cualidades, también me consta que no es imposible aprenderlas y recordar practicarlas día tras día.