Mi Tierra, mi cielo...
Publicado en Jan 22, 2010
Mi tierra, mi cielo...
...los escritores solemos preguntarnos, antes de escribir: ¿Qué queremos decir? Y si lo tenemos claro nos preguntamos: ¿Cómo...? Y entonces escribimos. A veces el texto fluye con la velocidad de los pensamientos y al terminar uno se siente pleno aunque siempre falte algo. Otras, como ahora, una maraña de sensaciones --confusas algunas por no decir la mayoría-- impide las respuestas anteriores y hace absurdas las preguntas y, entonces, lo mejor es sentarse a escribir y en el devenir de las letras...en la gracia de su combinación, si es que la hay, nace algo de claridad, si es que la hay... ...ahora que junté, uno por uno, los muchos cuadros de la casa que vendimos y habitamos durante tantos...tantas cosas intensamente vividas. Ahora que me llevé los cientos de libros que leí en los últimos 20 años. Ahora que la casa quedó casi vacía, casi sin nada, me di cuenta que aun no saqué nada y que está más llena que nunca. Que me, o nos será imposible llevarnos todo. Las bicicletas ya no están, pero la imagen de las chicas aprendiendo a usarlas no me las puedo llevar. Ya no esta el llamador de bronce de la puerta principal, pero su "toc-toc" no me lo pude llevar. Lunita, que nos acompaño durante los últimos 13 años, tampoco esta, pero su silueta dibujada en el césped de la sombra de algún abedul no me la pude llevar. Los regalos de los reyes magos tampoco están, pero volverán, año tras año, a buscar su pasto y su agua merecida. Quizás el ratón Pérez no sepa que hacer sin las cartas de las chicas pidiéndole por favor una moneda a cambio de aquel pedacito de queso que le cortábamos cada vez que perdían un diente... No me pude llevar todo, ni habrá manera de hacerlo nunca... Todos hemos crecido a la luz de aquella casa y hoy somos otros gracias a los cuadros, los libros, el "toc-toc", los reyes, lunita, el ratón Pérez, la pileta, el prunus mume, que caprichosamente florecía en pleno invierno, la caléndula y los abedules, el sapo Jorgito --como lo bautizó Candela-- que amanecía sobre las hojas de los nenúfares de mi ex-tanque. Betelgueuse (la estrella mas linda del cielo) las Tres Marías o el guerrero Orión con quien he compartido, en silencio y sin que el lo supiera, largas y gustosas botellas de Malbeq y dudas. Somos, cada uno a la manera de cada uno, la suma de aquellos insignificantes millones de invalorables pedacitos de vida que jamas le dimos importancia o, al menos la que le damos ahora que nos estamos yendo...Por eso, aunque queramos llevarnos todo, jamas nos llevaremos nada... Pero un proyecto, tristemente y a contramano de las expectativas, se rompe y nace otro, revitalizado, que se gesta casi sin querer a la luz de la experiencia y el caprichoso deseo de vivir y sobrevivir a todo. Porque los reyes y el ratón venían a fuerza de constancia e imaginación. Porque aprendieron a andar en bici a fuerza de golpes, moretones, lagrimas y orgullo propio. Porque Jorgito, el sapo de Candela, cobró vida gracias a los Kleine. Porque Lunita, aun vieja, sigue, en otra casa, (en la mía) entre nosotros y aun mueve la cola y es feliz cuando nos ve. Y porque Marcela, la negra, un día, no hace mucho, me sedujo, no solo con sus pechos que buscan mis dedos y mis besos, sino con su esperanza compartida de que le demos a la vida una vuela mas, quizás la ultima, para juntos construir de nuevo un lugar, quien sabe donde, en el que volvamos a estar otra vez todos juntos, los suyos y los míos, tan y más felices que entonces...Allá voy, esa es mi estación... Te quiero... Ricardo A. Kleine Samson Contador Publico NacionalÒ Neuquén, 22 de enero de 2010
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gabriel falconi
hay cosas que pertenecen a un lugar y no hay como llevarselas.... aunque en realidad las llevamos adentro de uno
felicitaciones
Guillermo Capece
narras muy bien; felicitaciones.
Saludos