EL PASEO AL ZOOLÓGICO CON MI ABUELITA
Publicado en Jan 23, 2010
A veces los niños no tienen la suerte de conocer a sus abuelitos...
Georgina se sentía dichosa porque aún podía disfrutar de sus dos abuelitas: Kikita y Menita. Ella las quería mucho, pero sentía un amor especial por su abuelita Kikita. Junto a Kikita vivían la tía Yoyita y la tía Cecilia. Cada una tenía un don especial: a la abuelita le gustaba hablar francés, la tía Yoyita tocaba el piano y la tía Cecilia pintaba unos paisajes rurales y otros de fantasía. Georgina se quedaba en casa de su abuelita cada fin de semana, para conocerla y disfrutarla un poquito más. Dormía en la misma cama y le gustaba sentir el olor a vaselina que se ponía en la cara antes de dormir. Era muy vanidosa: escarmenaba sus cabellos castaños, se pintaba de rojo la boca y se perfumaba con "Agua de Rosas". Olía siempre bien. Un sábado planificaron un paseo al zoológico. Llevaron una bolsa de golosinas, jugo de guinda y una gran bolsa de maní para los chimpancés. Georgina estaba feliz de ver tantos animales distintos: el hermoso venado café claro de ojitos brillantes; la elegante jirafa sacaba su lengua para recibir alimento; la miedosa cebra olía la hierba que tenía a sus pies; el león presumía con su melena en forma de corona; el huemul saludaba orgulloso por aparecer en el escudo nacional; el oso malhumorado apenas asomaba su cabeza de la cueva; los juguetones monitos recibían el maní aplaudiendo. •- ¡Abuelita, el zoológico es el castillo de los animales...! Pero... ¿por qué algunos se ven tan tristes...? •- No están tristes "ma petite fille". A estos animales les gustaría vivir en libertad, en su espacio natural, con toda su familia..., como nosotros..., •- ¡Kikita, no me gustaría estar sin ti... tú eres parte de mi familia...!, ¡Pobre animalitos...! •- El hombre y el animal no están preparados para vivir juntos sin olvidar que para alguno de ellos parecemos un delicioso banquete... - opinó la abuelita acariciando dulcemente a su nieta. •- Abuelita, ¿tú crees que algún día el oso y el león puedan ser mis mascotas...? •- "Ma petite fille", donde reina Dios todo puede ser...Vamos al patio de las aves... Luego los pájaros con sus plumas reales y sus cantos le mostraron a Georgina un mundo que ella no conocía. Lo que más le llamó la atención fueron las cigüeñas y sus largas extremidades. -¡Abuelita, mira esa cigüeña, no se cansa y está parada en sólo una de sus patas...! - exclamó Georgina. Al llegar a casa, el cansancio se apoderó de la niña y durmió profundamente. Así pasaron las semanas y los meses. Un día Georgina no tuvo el permiso para ir a casa de su abuelita: •- Mamá, papá... ¿por qué no puedo ir a casa de Kikita...? ¿Me porté mal...? ¿Qué hice... ? •- No hija, no has hecho nada malo - dijo tristemente su papá. •- Escucha hija, tu padre y yo debemos contarte algo..., tu abuelita está muy enferma... - exclamó entre sollozos su mamá. •- ¿Qué tiene mi Kikita...? ¿Le pueden comprar los remedios...?- Georgina recordó cuando sus papás le dieron Aspirina para bajarle la fiebre. •- Hijita, no hay remedio para el "cáncer al estómago", sólo podemos rezar... - prosiguió el papá. •- ¿Cáncer...? - la niña rompió en llanto y abrazó a sus padres fuertemente. Ella tenía 7 años, pero había escuchado que el tío Anselmo había muerto de esa enfermedad. Recordaba las palabras de sus padres: "está tan flaquito", "ya no quiere comer", "no puede caminar", "ya no nos recuerda", "le queda poco tiempo de vida", "al menos no ha sufrido"... •- Hijita, el domingo iremos a almorzar a la casa de tu abuelita. No le hables de la enfermedad...- dijo su mamá secándole las lágrimas con un pañuelo bordado por Kikita. En la mesa todos estaban callados, serios y tristes. Georgina trataba de no mirar a su abuelita para no delatarse. Terminado el postre, su abuelita se puso de pie. Miró sonriendo a cada uno y dijo: •- No asusten a la niña. Les ruego, dejen que todo siga como antes..., hasta que yo les diga lo contrario... Dios me ha regalado 67 años de vida..., que se haga Su Voluntad... Luego, ante el silencio de los presentes, se dirigió a Georgina, le tomó la mano y juntas fueron al dormitorio: •- Mi niña, mira este cuadro que está pintando tu tía Cecilia. Observa la alegría de las fieras; todos conviven en paz. Allá en lo alto se encuentra nuestro creador y en medio de los animales estoy yo, feliz, bailando algunas de las melodías del trinar de las aves porque es mi deseo conocer el Paraíso. Allí te esperaré junto al tío Anselmo, a tu abuelo Moncho y su saxofón, a tu abuelo Agustín... Mientras me lleves en tu corazón yo estaré a tu lado..., "je t'aime ma petite... - la abuelita abrazó fuertemente a su nieta y la besó - Vamos a la sala para escuchar a tu tía Yoyita... Georgina sabía que esta no era una despedida "para siempre", era un "hasta pronto abuelita". Sabía, además, que extrañaría el francés: "ma petite fille" (mi pequeña niña), "je t'aime ma petite fille" (te amo mi pequeña niña), sus besos y abrazos, el olor a vaselina y a la "Agua de Rosas", su voz dulce y pausada, pero sobre todo extrañaría sus enseñanzas. - Yoyita, toca "El Himno de la Alegría" de Ludwig van Beethoven..., mañana será otro día... - continuó Kikita.
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|