EL MAL ENTENDIDO
Publicado en Jan 23, 2010
Camilo era un hombre de treinta y dos años, de un metro y cincuenta y nueve centímetros, moreno, con una descuidada barba de chivo y una gran calvicie, su gran complejo. Su personalidad era tímida e insegura, producto de la pérdida progresiva de cada uno de sus cabellos, situación que sus cercanos desconocían. Había intentado varios remedios caseros e incluso los que veía en "¡Llame ya...!"
Su mejor amigo, Sergio, le había recomendado que utilizara los beneficios de la tecnología de internet, para conocer gente: "Allí encontrarás una fauna diversa y conocerás varias mujeres... Hay una mujer para cada hombre... o varias..." concluyó sonriendo. Camilo tomó una de sus últimas fotografías, la escaneó, abrió el Photoshop y le agregó una débil cabellera. Luego, ingresó a una de las tantas páginas de internet, donde puedes encontrar amistades, diversión, engaños y hasta una pareja. Comenzó a llenar su perfil, con dos mentiras: Medida: 1,68 m y Cabello: corto. Así comenzó su búsqueda, mientras el mouse y su clik viajaban por las distintas fotografías de guapas mujeres. De pronto una idea vino a su mente y buscó mujeres extranjeras. Argentina fue su puerto y le escribió a varias de ellas. Al día siguiente tenía un mensaje de Zulema: "Viajo a Chile... si querés nos juntamos a tomar un café o a cenar..." Contento, Camilo llamó a su guía y le relató lo sucedido, sin antes contestarle a esta bella mujer de treinta y cinco años que pensaba conquistar. Internet le daba el coraje que no tenía en la realidad, al conocer a una mujer. Llegó el esperado día. El punto de encuentro sería Plaza Italia, a las veinte horas. Tomó una de sus boinas, la negra que hacía juego con su barba, la camisa amarilla caqui, su jeans preferido y se perfumó con un desodorante spray de moda, que incita a la idea de tener varias féminas a los pies de un hombre. En el restaurante de comida chilena ("La Cazuela de la Mimí"), en una de las mesas, una mujer sentada, leía el menú, mientras probaba un aperitivo. De reojo, buscaba a este desconocido, que había llamado su atención por su sencillez. Camilo entró y se dirigió hacia ella. El rostro de Zulema cambiaba de expresión, ante notorias diferencias entre el perfil y la realidad. Se saludaron, pidieron un plato típico del país y comenzaron una tediosa charla, hasta que la trasandina dijo: "¡Qué descuido...! Tengo una reunión en algunos minutos... etc." Al cabo de una hora, Camilo estaba en casa, buscando el pijama debajo de la almohada y encendía el televisor. Su amigo Sergio llamó para enterarse de los pormenores de esta cita a ciegas, Camilo sólo atinó a señalar: "Nos juntamos, pedimos un plato de porotos granados, conversamos sobre nosotros, pero a la media hora ella se levantó hacia el baño. A su regreso dijo que tenía que irse... Al parecer le hizo mal comer porotos granados..."
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|