UNA VIDA... UNA HISTORIA...
Publicado en Jan 23, 2010
Año mil novecientos ochenta y cinco...
Calle Cienfuegos noventa y dos... En un céntrico departamento, entre el asfalto y el cemento, entre almacenes y bocinas, te vi por primera vez... Tú, colgabas tu toalla en el patio... Yo, te contemplaba desde la ventana de mi dormitorio... Tú, veintitrés años... Yo, veinticuatro y una vida... Tú, soltero y estudiante de Medicina... Yo, separada y mamá... ¡Qué mundos tan opuestos...! ¿Hasta adónde podríamos llegar...? Un tímido... ¡Hola! salió de nuestras bocas... ¿Es tuya...? Consultaste por una de mis hijas. No. Son dos..., respondí temerosa. Así comenzó nuestra amistad. Pero, no conformes con esto mi corazón y el tuyo quisieron encontrarse... ¡Qué jóvenes éramos...! ¿Qué futuro podríamos esperar...? Era un día sábado... colgaste tu toalla como siempre... Allí estaba yo, en la ventana, esperándote... ¿Qué vas a hacer en la tarde..? Nada especial - dije. ¿Quieres ir al cine...? ¡Me gustaría...! - confirmé. ¡Uff...! Se pensó y se hizo... - exclamaste animado... Era una película del viejo oeste. Nos reímos del más mínimo detalle. Inventamos un final distinto. Y cuando terminó compartimos un helado... Esa noche, pensé en los besos que no existieron... Los días continuaban su marcha lentos, precisos... ¿Adónde vas...? Voy al parque a jugar con mis hijas... ¿Te acompaño...? Así conversamos... ¡Vamos, me encantaría...! Así, mientras mis dos niñas reían en sus juegos infantiles Nuestra amistad crecía y también nuestros sentimientos... Otro día sábado... ¿Me acompañarías al cine?... Están dando "Rambo, la misión"... ¿Cómo decirte que no?... Una vez allí, Mientras reíamos y comentábamos la película, nuestras miradas se encontraron... Acercaste tu boca a la mía, lentamente... Ricardo..., no quiero perder tu amistad... ¡Disculpa...! - añadiste... Y quedamos en un profundo silencio. Pero los minutos pasaban rápidos... Y mi corazón seguía agitado... Arrepentida de no probar tu boca... Tomaste mi mano y caminamos por el pasillo hacia la salida... De pronto, nos miramos una vez más... y ahora, la pasión no la controlamos... La alegría se apoderó de nosotros, uno y mil abrazos nos unieron... Éramos dos amantes fugitivos... Nadie debía saberlo, ni tu tía, ni mis padres... Mis padres reprobarían nuestra relación... Si estuviese trabajando viviría contigo... - decías. Por mi parte, mi familia esperanzada en una reconciliación... Desconocían que mi alma y mi cuerpo ya te pertenecían... Inventamos un mundo..., Yo sería "Andrea"... La Plaza Brasil, nuestro lugar de encuentro... Diez meses después, el miedo se apoderó de mí... El temor al amor, al enamoramiento y a tu constante preocupación por este sentimiento, que crecía cada vez más, me dio el coraje para decirte adiós y una mentira... "Conocí a otra persona, debemos terminar..." La pena, el dolor y la ira se apoderó de ambos. Pero debía sacrificar nuestro amor por tu bien... ¡Tenías toda una vida por delante...! Tú deberías comenzar tu vida con un ideal de mujer... Pasó el tiempo... y el destino nos puso frente a frente en distintas ocasiones... Hospital Militar, calles de Santiago, Metro Línea Uno... y hasta en mi departamento nuevo... Año mil novecientos ochenta y ocho... Otra despedida, otras personas en nuestra vida... Porque la piel, sensible cual seda al tacto, despierta los sentidos aún sin amor... Siempre quise encontrarte de nuevo, más el destino, esta vez, no jugó a mi favor... Quería imaginar que tenías una linda familia... y eras feliz... Tantos temas me llevaban a ti... "Qué será de ti", "Por culpa de una noche enamorada" "Estrellitas y duendes", "El tiempo y el viento" y nuestra canción... "Susurro descuidado" del grupo Wham... Busqué tu mirada detrás de los cristales, tu boca y voz sensual, tu pelo indomable, tu jeans celeste que dejaba tus piernas a mi imaginación... Tu cuerpo de Adonis, ante mis ojos... y ante mi cuerpo... De pronto..., el temor se apoderó de mi alma... La angustia se hizo presente y sentí que ya no volveríamos a vernos... porque tú te habías ido... con Dios... ¡Apártate de mí, pensamiento cruel...! Veintiséis de febrero del año dos mil cuatro... ¡Confirmé lo que mi corazón presintió por tantos años...! ¡Dios mío...! ¡Mi alma se desgarró...! Mi cuerpo no respondió por varios minutos... Me hubiese gustado estar allí, en la iglesia..., anónima..., quieta... Hubiese querido pasar mis manos por tu rostro y dibujarlo con las huellas de mis dedos... Tan sólo tocar tu boca..., la que besé con pasión y admiración... Porque he encontrado otras bocas y otros cuerpos, más no el amor... Para saber cómo había sucedido tu partida me convertí en una detective... Visité la Biblioteca Nacional y leí "Necrológicos"... Caminé por Monumento mil novecientos veinte... ¿Coincidencias...? Conocí a una de tus profesoras... y me contó del accidente... de aquel seis de julio de mil novecientos noventa y uno... Todo, todo en dos semanas..., para saber de ti... Ricardo, sé que estás con Dios... Sé que me avisaste y no me has abandonado nunca... Porque a pesar del tiempo transcurrido yo no te he olvidado... Porque mi amor por ti fue sincero y real... ¡Hasta pronto amor-amigo...! Hasta que mi último hálito de vida se rinda... y tú estires tu brazo para ayudarme a atravesar el túnel de luz... hacia Dios... Y sienta tu abrazo como la primera vez..., como siempre...
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alma