Eco al silencio
Publicado en Jan 23, 2010
Eco al silencio
Llegamos a la casa, reinaba en ella, silencio virginal. Crujió la puerta al abrirse comenzamos a entrar. No había coronas, ni velas encendidas. No había llantos desgarrados ni llanto fingido. En el féretro caoba, hallábase, inerte el cuerpo posado. Todo cubierto por un bello manto rosado. Las manos entrelazadas, sin vidas, pálidas, frías; hallábanse tapadas por rosas sombrías. Nada rompía el silencio, que flotaba en la fría capilla; nada vejaba aquel silencio que ante la muerte, se hincaba de rodillas. La ví. No había en su rostro, huellas de dolor. Entonces comprendí que su alma, voló junto a Dios. Adiós postrero, le di y en beso imaginario, su frente besé adiós dije, di vuelta la cara y del lugar, en silencio, me marché.
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Stella Maris Sanhueza