EL MURO DE LOS CAMAHUETOS
Publicado en Jan 25, 2010
EL MURO DE LOS CAMAHUETOS
Recostado sobre la explanada de una poderosa roca ígnea descansaba el líder de la manada.El camahueto parecía dormido pero la tensión de sus músculos laterales, ligeramente inclinados sobre la armadura primitiva de su cuello anteosaúrico, demostraba que estaba atento, muy atento. Quizás por esto, lanzó un bramido corto y amenazante, cuando detectó que algo se movía entre la hierba. -Ahí está dijo Leftaru Ancalaf, parece que nos estuviera mirando. - Sí, pero no puede hacerlo, a esta distancia los camahuetos son prácticamente ciegos respondió su hermano. - No hay que descuidarse peñi, Estos animales poseen prodigios que el hombre no conoce. El líder de la comunidad y otros cuatro guerreros intentaron dar un rodeo al volcán para tener una idea más precisa de la cantidad de camahuetos que formaban esta manada, más el animal alertado por los sonidos de los cuerpos que se arrastraban se levantó, y volvió a estremecer la quietud de la tarde con su bramar salvaje. No se muevan, no hagan ningún movimiento... Si se mantienen en quietos y en absoluto silencio no podrá saber donde estamos recalcó entonces el werkén para calmar a los hombres que se habían paralizado por el temor. Los camahuetos eran animales extraños al Wallmapu, provenían de islas lejanas, donde sólo los chonos y otras tribus pescadoras y recolectoras del sur conocían sus orígenes y costumbres, no hablaban, se alimentaban de guanacos y chungungos y eran quizás el único depredador que conocían los feroces pumas de la montaña, mitad toros, mitad rinocerontes, de su cabeza brotaban tres cuernos: uno muy fuerte enfrente de la nariz y uno a cada lado de la cara.Su cuerpo excepcionalmente fornido estaba revestido por tres tipos de corazas que lo hacían prácticamente invencible. Para algunos hombres los camahuetos eran unos seres mágicos, revestidos de la fuerza de los espíritus, para otros, no eran más que monstruos arcaicos e ignorantes que destruirían a su paso los sembradíos y dejarían en la miseria al pueblo mapuche. Ancalaf estaba entre ambas posiciones. Sólo al caer los el werkén y sus hombres pudieron moverse y esperar el amanecer para contemplar la verdadera dimensión de los visitantes desconocidos. Apenas contuvieron la respiración cuando observaron a la pradera que bordeaba el volcán poblada por a lo menos dos mil camahuetos. Transcurrieron dos días en los cuales los mapuches discutieron arduamente la situación, no podían derrotar a los invasores, ni siquiera ahuyentarlos, pues, si se ponían en fuga lo más probable es que atravesaran el valle pisoteando los cultivos de maíz e incluso, arrasando las comunidades y poniendo en peligro a las familias. Había que tomar una decisión., Aprovechando la hora del mediodía cuando los animales parecían descansar Ancalaf se subió por la ladera y logró espiar los con tranquilidad. Los camahuetos eran gigantes admirables, a pesar de su aspecto temible, se reunían en grupos pequeños que parecían constituir núcleos con lazos de parentesco y a pesar de su fama de devoradores de pumas, también eran vegetarianos y por lo que se podía apreciar, en estos momentos se hallaban más preocupados de pastar que de buscar presas y desgarrar su carne. El jefe mapuche decidió volver a su comunidad, no sin antes advertir a sus hombres que no alarmaran a la gente haciendo comentarios sobre el número o la supuesta violencia de los camahuetos Al volver a la mañana siguiente lo recibió su familia con la más profunda alegría. -Menos mal que volvieron ya estábamos comenzando a preocuparnos le dijo Fresia con los ojos empapados de lágrimas. - yo no estaba preocupado terció Palí estaba seguro que volverías sano y salvo Papá. -Es que andaban diciendo que escucharon un estampido de camahuetos en el bosque. Uno que otro animal, nada importante mujer, trató de disimular Leftaru Pero su mujer que lo conocía demasiado volvió a inquirir ¿Estás seguro? Muy seguro, lo dice tu marido recalcó Leftaru regalándole una sonrisa a su esposa. Dos veces volvió el werkén a la montaña para seguir observando a los camahuetos, le hubiese gustado estudiar detenidamente a estos nobles animales pero sabía que las lluvias se acercaban y que al comenzar una tormenta los camahuetos se ponían en movimiento, destruyendo todo lo que se atravesara en su camino con sus enormes pezuñas unguladas. - Hay que construir un muro pensó, no sé como lo haremos, pero debemos hacerlo. Se lo diré a los hombres inmediatamente. Los que estén de acuerdo conmigo me acompañarán Reunieron distintos materiales maderas, paja, arenisca, nada parecía ser lo suficientemente resistente para contener una jauría de camahuetos escapando del invierno. Cada uno de estos podía llegar a pesar una tonelada y solo una materia nueva e indestructible sería la adecuada. Estaba sentado sobre unos montículos de guijarros cuando recordó la vez en que Pali le acompañado para cazar un zorro a las orillas del volcán. Mientras esperaban al escurridizo y astuto culpeo, su hijo se había entretenido mezclando piedrecillas con arena negra, la cual con el paso de las horas se había endurecido de tal manera que Pali logró con un trozo de este lodo tumbar al zorro antes que las flechas le atravesaran el lomo.Pali le había llamado barro negro. Leftaru fue en busca de su hijo quien le mostró el lugar exacto de su hallazgo y la cantidad inmensa de ese material que se podía obtener de aquella cantera natural.La arena negra del volcán era la solución, sería el pegamento que uniría las rocas y formaría un muro, que levantado a cada lado del sendero, permitiría que los camahuetos emigraran hacia el norte; sin pasar a llevar pasaran los sembradíos del Wallmapu. Leftaru reclutó a miles de trabajadores y auxiliares para realizar la empresa. El sonido de reunión fue presagiado por una sinfonía ceremonial de kultrunes y trutrucas elevadas al viento. Luego, partidas de búhos mágicos y chucaos se dirigieron a los cuatro puntos cardinales del territorio mapuche, para comunicar a hombres y animales la necesidad de unir fuerzas. Acudieron al llamado: lafquenches y tehuelches, conas y hechiceros, milodontes y elefantes lanudos. Una semana después, justo cuando comenzaban las lluvias, el muro estaba terminado. En ese momento Leftaru elevó su mirada al cielo y junto a sus hombres espero la estampida en un recodo del camino. Los cien mil camahuetos comenzaron a correr de manera frenética, un horrísono de ejércitos en batalla desesperada se apoderó del valle, mientras una alta nube de polvo se confundía con las nubes. Leftaru apenas podía escuchar sus oraciones cuando vio que se acercaban los camahuetos, los cuerpos de los animales colisionaron una y otra vez contra los muros que parecían estremecerse por el peso de los fantásticos animales, antes de una hora todo había concluido los muros habían resistido y la gran manada de animales reposaba junto a las márgenes de un río septentrional, al otro margen del mundo mapuche. Como peregrinos que han terminado su largo viaje Leftaru y sus obreros se arrodillaron para agradecer al pillán las bendiciones de aquel día.
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