Genoma y feromonas: Amor y sexo
Publicado en Jan 27, 2010
Confundir sexo con amor, la simple urgencia del apetito animal del mono sapiens con la existencial pretensión de eternidad; ganarle a la tristeza y a la fatalidad en la misma emocionante muerte a escala del orgasmo. Ejecutar, sin tropiezos y con besos, una líquida danza, un rodeo al abismo envuelto en su piel mientras Isabel llena su esencia, se completa y su vientre se vuelve el devenir; me abraza con sus garras de leona. Llora. Pero justo en el lapso en que me visto de látex, ese archifantasma de Isabel me enlaza ajustando el mismo tonto torniquete de siempre tras el esternón; y así, el peor pasado, el pisoteado y maldito pasado amado, vuelve muy inoportunamente con sus plomizos fermentos de abandono y desgracia. Con un pinchazo a esos cuencos en donde tuve ojos, vuelvo a ser víctima de aquellos mejores recuerdos: los polvos estelares, magistrales. Fue cuestión de piel. Fue cuestión de miel. Fue amor. Aroma perfecto. Temperatura perfecta. La memoria de bálsamos y fiebres es infinitamente más real y presente que piel, pelo, que flujos y huesos, es mas actual que toda el alma en danza de una Julia que gime abrazándome y arañándome, ignorando la lucha interna entre el animal que fluye y el humano que duda porque aún ama mirando atrás para volverse una estéril estatua de sal, un fantasma hambriento de fe. Lucha del animal en un perfecto presente en el que goza al tacto sudando su existencia; así, quiere excitar y matar a fuerza de embestidas (e indistintamente) a Julia, a Isabel... a todas las conchas del mundo que quieran cabalgar este miembro argentino; y en la lucha a muerte contra el contable timorato y fláccido que, con tintas rojas, tacha los sueños más caros para pagar las roturas del pasado, el animal gana queriendo vivir, y en esa mezcla perfecta de agua y electricidad que es el sexo, se concentra envigado, apuntando al mismo cenit en que ella guarda su magma. Y es así que soy sólo verga al abandonarme al mantra de nuestros embates, siendo sólo músculo, todo nervio y vena, un monolito arraigado en la alfombra que se deja trepar y tragar por el torbellino ferviente, viviente, de una impersonal vulva voraz. Gana el animal porque el humano, por propia voluntad de ser, abandona la razón y se entrega a la fe. Gana lo natural porque la existencia es voluntad de seguir, de gritar, de llegar, de estallar y morir. Un rayo nace en mi interior, fluye en oleadas de dulce catástrofe rumbo a la médula de vida, pero se estrella contra un muro de látex.
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inocencio rex
elbi beatrz
Abrazos
Elbi
Verano Brisas
inocencio rex
facundo aguirre
inocencio rex
Roberto Langella de Reyes Pea
inocencio rex
cuando isabel le dice a inocencio "nadie muere de amor", éste contesta "los perros mueren de amor".. y se dio cuenta de que el boton verde ya no funcionaba..
abrazo, robert
Roberto Langella de Reyes Pea
El primate cavernícola sigue intacto dentro de cada uno de nosotros (de eso hablaba la peli Estados Alterados, ¿no?); amor y sexo siguen siendo cosas separadas, lo que no implica que el amor sea más cultural (los elefantes parecen lamentarse ante la pérdida de alguien de la manada, y también otros animales); a lo máximo que uno puede llegar, creo, es a negociar con el primate. Que aprenda a tocar el botón verde si quiere el maní de regalo. Es a lo máximo que se puede llegar, en condiciones ordinarias de vida. Un abrazo.