El ser humano está compuesto en un 60% de agua, difícil de imaginárselo cuando casi todos los órganos están conformados de materia sólida. Aún así el agua en nuestro cuerpo es el compuesto básico de todas las células y otra parte está en la sangre que se encarga de hidratar a los órganos. Es por ello que necesitamos hidratarnos constantemente durante el día, aún sin sentirnos sedientos. A diferencia de otros animales, nuestro cuerpo puede deshidratarse mucho antes de que nos ataque la sed. Sin embargo, nosotros tenemos la ventaja, ante otros animales, de proveernos de agua sin tener que migrar a otros ambientes donde haya una fuente de agua dulce. La hidratación es importante y no debe dejarse de lado aún en el trabajo. Debemos poder tener acceso al agua potable en los lugares donde trabajemos o residamos.

Durante miles de años los seres humanos idearon modos de llevar el agua a las comunidades. Esas tecnologías son variadas en sus arquitecturas y en sus objetivos conforme varían los lugares a los que se quiere proveer agua y las épocas. El más reciente y más accesible producto de esta tecnología es el dispensador de agua . La conveniencia de este aparato es mayor, ya que permite llevar agua potable hacia nuestros lugares de trabajo o a nuestra casa de manera cómoda, barata y limpia. El dispensador tiene además la ventaja de proveer agua fría y caliente, lo cual resulta útil para los trabajadores que no tienen acceso a un calentador.

Aunque el origen del dispensador de agua no haya sido la comodidad ni la economía, sino más bien religioso, cuyo objetivo era proveer de agua bendita a la población. El agua representa la vida y esa representación está bien fundada ya que sin ella no podríamos vivir ni un solo día.