Anhelos inalcanzables
Publicado en Jan 28, 2010
-yo-
Salí del cuarto, corrí al baño; sus pisadas estaban muy cerca de mi, pero yo fui mas hábil. Cerré la puerta, sus golpes y gritos no iban a impedir que no lo hiciera. Llene la bañera de agua que me confortara, me quite la ropa muy lentamente observando por última vez mi cuerpo; me introduje dentro de esta. Ya sin importarme nada, tomé el cuchillo, sentí en ese momento como mi corazón se aceleraba con tal fervor y en mi mente solo yacían ideas de muerte. Sin pensarlo dos veces... ¡lo hice! Al ver como la sangre, tal velozmente salía de mis blancas muñecas, sentimientos de tranquilidad llenaron mi alma de paz. Era el fin de todo aquel sentimiento. Era el fin de todas las mentiras. El fin de mi existencia. Poco a poco cerré mis ojos; que tranquilidad sentí y al cerrarlos por completo sabia que por fin... todo había terminado. -Él- Rápidamente ella salió del cuarto, intente alcanzarla, pero fue más rápida que yo. Cerro la puerta, la comencé a golpear histéricamente, le grite, pero fue en vano. Regrese al cuarto en busca de la llave, y en mi cabeza solo pasaba la idea de que no fuera muy tarde. -¡MALDICIÓN!- grite. No encontraba la llave, los nervios los tenía de punta, no sabia que es lo que ocurría ahí dentro, deje la llave en paz, corrí en busca de un martillo y al encontrarlo regrese a aquella puerta que guardaba un secreto; la golpee las veces necesarias hasta provocar que se abriera... la casa de se lleno de un silencio, pero este se rompió cuando deje caer mi instrumento y corrí a la bañera; ahí estaba, con su delicado cuerpo tan quieto; su cara reflejaba tranquilidad, ya no sentía dolor, todo había terminado para ella. Tomé su cuerpo, la llevé y la acomodé en la cama. Se veía tan bella a pesar de que era un cuerpo sin vida; camine a mi cuarto, saque un arma, regrese con ella, me acosté a su lado, la tomé de la mano, las lagrimas cubrieron mis mejillas. La miré por última vez, ahora mi mundo había terminado también, ya no tenía sentido si no la tenía a mi lado, ahora estaba muerta. Las lagrimas se intensificaron. ¡La besé! Rápidamente tomé el arma. No sentí dolor, simplemente todo llego a su fin. Me voy con la idea de que morí a su lado, de que compartió sus últimas lagrimas de tristeza conmigo (no se ahora si es satisfacción morir con ese recuerdo) y con la desdicha de que morí anhelando un amor y al final... solo me abandonó.
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