El estafador anda ceñido a su antifaz,
es su funesta sonrisa una mala carátula.
Sus ojos se hinchan al divisar una víctima
y se conforma con vivir del lujo craso.
El estafador es una asonada en un par de zapatos.
Es un sujeto graso al que le sobran trucos.
Sólo puede comprender la ganancia fácil
y le es inútil y grotesco tratar de dar limosna.
El estafador vende cronómetros a las familias pobres
que sólo se alimentan de restos de calabazas.
No sabe lo que son los escrúpulos
y es un cràpula que maneja diestramente a los necios.