Pasa la ballesta colgada en un lomo.
Pasa una flecha dormida en su voltaje.
Van en un soldado henchido de soberbia
por los hondos zarpazos que recibió en el frente.
Hace tiempo dejó sus parecidos
y se hizo escucha en la tregua ténue.
Probo la amarga rebatiña de la vida
y pudo conservar la suya por despojo.
Ahora el soldado sueña con borrar a la bestia
que cree le espía desde atalayas nómadas.