Desastre aéreo 1
Publicado en Feb 02, 2010
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Nadie entre los noventa y cuatro pasajeros, tampoco ninguno de los cinco tripulantes, hubiese dicho: "todo sucedió muy rápido". Porque ese último instante en una exhalación, aferrado al constante ahora de la Eternidad, demuestra lo arbitrario de los tics y tacs de un reloj, tan invento de esa hormiga díscola y rosada, el Hombre, como lo era aquel viejo Boeing en su progresivo desplome. "Esto es la existencia", alcanzó a pensar el Comandante Ricardo Montes, aturdido por el estruendo y así experimentando el silencio, mientras luchaba en vano por conservar la vida, única e irreal posesión. El jet pareció querer acomodarse y posar mansamente su vientre tubular. El avión perdió las alas, primero la del motor hirviente; luego en una serie de explosiones, de chispas y esquirlas, el fuselaje se volvió una gran masa de metales ardientes. Un flamante y mínimo infierno, un sucedáneo de cometa o de mísero meteoro con vidas y sueños dentro, reventó deteniendo los relojes, desperdigándose sus restos sobre el pavimento. El combustible ardió mientras los sueños se apagaban en el brillo del fuego. La caja negra fue encontrada a un centenar de metros del timón de cola. Con ella, sólo se descubrió una de las diez mil posibles respuestas. El 737, humeando y pendulando encabritado en la aproximación a la pista, había sostenido, muy a duras penas, su íntegro tonelaje aullando con una sola turbina en el aire nítido de aquella mañana de invierno. Primero, en el minuto setenta y seis del vuelo, el motor derecho se había ahogado en una propia nube negra. Pocos minutos mas tarde, y con un estallido, la otra turbina hizo anhelar al comandante un aterrizaje tan forzoso como fuese posible. Y en el colmo de las desgracias, ya en la gravedad de la caída, los mismos pilotos que habían hecho lo imposible por mantener en vuelo a esa bestia desbocada, eran poseídos por los demonios fugados del sistema hidráulico. En un laberinto de súplicas al silencio de un Dios en su propio reino, quien volvería a no hablar sino a través del único motor moribundo en un crónico lamento, los pasajeros esperaban el impacto. Si Él no reservara su pronóstico y tan solo respondiera con un milagro ya consumado ¿Cuántas deudas de pronto se volverían nada? ¿Cuántas nuevas personas nacerían en tales instantes de alerta y de final nada feliz?... de haber tenido, aquellas almas, la implorada nueva oportunidad, ¿cuántas miserias se habrían secado, como epitelios de insectos que al despertar en vísperas de otro verano retozan y renacen, siendo aún los mismos y ya sin ser los que fueron alguna vez? Cuando el destino es no arribar a los brazos del amor, cuando los papeles no llegan a ser firmados y los souvenirs del viaje son olvidados, el absurdo es una broma perversa que revela la falacia de las diez mil respuestas a una única y eterna pregunta.
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inocencio rex
a mi me gustan mucho los aviones..
el de fray bentos era un dc 9 que es un modelo mas viejo del md que decis vos
un abrazo y gracias por pasar
inocencio rex
cómo me alegra que te guste esta primera parte del relato!!..
uselo nomás y avise asi lo leo
gabriel falconi
es algo que no se cura facilmente
buensimo tu texto
mre rcuerda el desastre de fraybentos..... pero creo que era un MD 82
un abrazo
Ricardo Fernndez
inocencio rex
me alegro que el absurdo en este texto te haya tocado.. pero sigue con más humor.
un beso
ANAIS RINCON CARDENAS
saludos,
inocencio rex
Roberto Langella de Reyes Pea
inocencio rex
gracias por pasar, mi amigo roberto
Roberto Langella de Reyes Pea
Qué tonto, no?; te advierten que fumar es perjudicial a la salud, pero no te advierten que un avión puede llegar a caerse, un barco hundirse, un cirujano desmayarse mientras opera tu cerebro. En la catástrofe, el ser humano queda evidenciado lo que es, una loca hormiga rosada.
Otro de tus excelente textos, amigo, voy a por la segunda parte.