No quiero saber del Buda.
No quiero saber de bultos arañados
ni de la disipación de la presencia.
No pretendo la hidalguía del hidalgo.
Quiero morir cristianamente
viendo mi nombre en el libro de la vida.
Que mi alma sea llevada por ángeles
a la jurisdicción más alta del amor.
No quiero saber de gnósticos y atéos
pero si de las bellas arameas
y que una de ella cierre mis párpados
mientras me entrego al creador de lo solar:
Soy, entre dispensaciones, un espíritu celoso
que se mueve entre huesos y sustantivos