MISA DE GALLO
Publicado en May 09, 2009
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MISA DE GALLO.
"....Nunca pude entender la conversación que sostuve con una señora, hace muchos años, tenia yo diecisiete, ella treinta. Era la noche de Navidad. Habiendo convenido con un vecino en ir los dos a la Misa de Gallo, preferí no dormir; acordamos que yo iría a despertarlo a media noche......"
Misa de Gallo (fragmento).
MACHADO DE ASSIS.
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Por Hernando Mora González.
La noche previa a Navidad, había convenido con mi amigo Balzac, en el momento de abandonar de madrugada la ultima fiesta de aguinaldos, que pasaría por el a la media noche, para asistir juntos a la Misa de Gallo.
- Te esperare muy complacido, me contesto, con una cara alegre, chispeante, producto de los rones brindados en la fiesta.
Bailábamos felices con las muchachas, a quienes les compartíamos el ron con coca cola y mucho hielo, que consumíamos ininterrumpidamente hasta la madrugada.
La Banda, cansada de tanto animar intensamente la fiesta del barrio, en la última tanda anunciaba que la fiesta finalizaría, después de tres piezas más. Todos protestamos. Sin éxito.
Enviaron a los cantantes a mezclarse con las parejas que bailaban y recoger como en las misas, la limosna.
Así se pagaba en parte la fiesta. Con su música, alegría, buen ritmo, buen baile, habíamos cantado y disfrutado nuestras parejas, todos vaciábamos los bolsillos, agradecidos.
Esta fiesta del Aguinaldo, la última antes de Navidad, había sido de las mejores. Toda la muchachada la disfrutábamos.
Para la última escogimos un amplio patio de parqueo de buses, adornado con bombas de colores. Algo que nos animaba era la pólvora ruidosa, que se quemaba con fuerte olor, humo y brillantes colores. Hacia parte del ambiente que divertía. Algunos buscaniguas se metían entre las parejas del baile, explotando entre las piernas de las mujeres que solo llevaban una pequeñísima falda.
Corríamos gritando, esquivando en esa forma, que nos quemaran.
Esas estampidas producidas por la pólvora nos permitían a algunas de las parejas, salir en desorden del círculo de luz donde se bailaba, y nos escondíamos, entre los buses que se encontraban en un rincón oscuro del patio.
Ahí dábamos paso a esos deseos tan espontáneos, que nos producían a las parejas por igual: necesidad de besos en la boca, abrazos y acariciar los cuerpos sudorosos y anhelantes de las muchachas. Caricias que ellas recibían complacidas.
El calor intenso de las noches de diciembre, la música y el mucho baile de tambores, no permitía mucho más.
Faltando poco para poner fin a la fiesta, una mujer que con los humos del ron me pareció esplendida, de unos treinta años, alta, con un escote grande, que enmarcaba unos senos redondos, perfectos. La blusa azul le dejaba los hombros, angulosos, de piel brillante al descubierto. Llevaba maravillosamente templado y recogido el cabello, sobre la nuca. Peinado que la hacía una mujer madura. Deseable.
Mostraba una sonrisa que cautivaba; de dientes blancos, que parecía que se hubiera detenido en la expresión máxima de espontánea alegría.
Se quedo mirándome de frente; cerrándome el paso.
-Ven, Negro, quiero que bailes conmigo.
Extendió sus manos recias, tan distintas a las suaves de las muchachas. Eran manos que aprisionaban.
Su cuerpo de inmediato se adhirió al mío, éramos de una misma estatura.
Metió su cabeza y sus labios entre mi cuello y me obligo a llevar un ritmo en el baile, al cual me conducía siguiendo exactamente el compás de los tambores, nos desplazábamos rápidos por entre las parejas.
En uno de esos momentos en que empezaron a estallar los buscaniguas, sentí sus manos severas y firmes, como de hierro, arrastrarme a la oscuridad del parqueo de los buses; subió por la puerta de atrás de un bus, que abrió con una gran facilidad; me arrojo sobre la ultima y amplia banca y con desespero inicio un proceso acelerado de excitación sobre mi cuerpo, desnudándome, al mismo tiempo que ella se desnudaba, dejando ver tentador, un cuerpo magnifico, que al agitarse, brillaba volviéndose, si era posible aun mas sensual.
No se cuanto tiempo viví la revelación de esa ceremonia, en que explotaron en mi los efluvios de hombre mayor, que hasta ese día no me conocía.
Terminada, mientras recogía mi ropa, sucia del polvoriento del bus, ella me estaba mirando con unos ojos saltones, fijos y brillantes, que me llenaron de temor, al ir tomando conciencia, de la locura por la que acababa de pasar, que con asombro la recordaría toda la vida.
- Negro, me dice con una voz metálica y fría, cuídate: la muerte anda suelta y hambreada en esta Navidad. Escoge almas para llevarse. Para alguno esta será su última fiesta.
Así como la mujer apareció de la nada, unos momentos antes, invitándome a bailar, así desapareció desnuda en la oscuridad intensa de la noche.
Al tiempo que desaparecía, simultáneamente los tambores apagaron sus últimos golpes sobre los cueros sonoros. Sentí en mi aturdimiento, una despedida, coordinada en un leguaje común al cuerpo de la mujer y los tambores.
Esa sensación de terror, no me abandono, ni el resto de esa noche, ni el día siguiente en que permanecí sin moverme de mi casa, sorprendiendo a mis Padres que no entendían, conociendo mi actitud parrandera; no quería  disfrutar la Navidad.
Permanecí, inexplicablemente mudo y con los ojos asombrados.
Faltando dos horas para la misa de Gallo, haciendo un gran esfuerzo, superando el agotamiento, que se había apoderado de mí, me dirigí en medio de las luces y de la pólvora que explotaba, a buscar a Balzac.
Balzac amigo desde la niñez, me debía estar esperando con el mismo gusto, que yo sentía de encontrarme con el; contarle mi experiencia del final de la fiesta, y purificar mi alma en las oraciones y cantos de la Misa.
Llegue a la casa de Balzac localizada dos barrios arriba.
Al acercarme, oí dentro de la casa, dolorosos gritos de angustia, de desesperación.
Abrió la puerta su madre. Fijo en mí su mirada estremecida de pánico. Aparece desdichada, las mejillas cubiertas de lágrimas. Adolorida. Temblorosa.
- Vengo por Balzac, para irnos juntos a la misa de Gallo.
- Balzac regreso a la madrugada de la fiesta; me contesta, balbuciente.
Nos hizo el comentario, me dice, que tu te habías vuelto loco; bailabas entre la fiesta, solo, sin pareja; finalmente te habías subido igualmente solo, a uno de los buses estacionados.
- No dijo más. Parecía confundido, agotado. Se acostó sin hablarnos.
- Hace unos instantes, lo fui a despertar, me lo dice entre violentos sollozos; estaba frío, boca arriba, con los ojos sin alma, abiertos. Lo llame. Lo grite. Esta muerto...
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Foto del autor Hernando Mora Gonzalez
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Descripción

En la alegria de la Navidad, la muerte, sale a recoger su cosecha, con el aspecto de una atractiva y sensual mujer

Palabras Clave: Misa de Gallo.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



Comentarios (2)add comment
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Cristian Omar Alejandro Graf

Hola, noaparece el texto...creo que deberìas subirlo de nuevo. Saludos. Cristian.
entrelineas.cristiangraf.over-blog.es
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May 09, 2009
 

Hernando Mora Gonzalez

Me interesa mucho los comentarios asi: Sobre el cuento en si, la redaccion, el mensaje.
Responder
May 09, 2009
 

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busy