Ensucié mi vida al enredarme contigo.
Malhabida la hora:
Malhaya, dirían.
Trazaste en mí tus negros arabescos.
Me colectaste de oscuros espumaderos.
Con tu cuerpo indecente me manchastes de tintas
mientras yo devorava todas tus terrazas.
Eras la caída en su exacerbar
la copa de cloacas en que yo me embriagaba.
Los ángeles nos miraban y nos maldecían
por montar yo tu silueta tenebrosa.
Fuiste vidriosa visión, contemplación del fin...
Demolición perpétua de mi pasado blanco.