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MIS ANDANZAS EN LA BELLA AIROSA

Publicado en Feb 28, 2010

En Pachuca, mejor conocida como la “bella airosa”, se respira el sentido de pertenencia a la ciudad. En su arquitectura barroca y sus calles empedradas se aprecia parte de su glorioso pasado minero y en sus demarcaciones existen espacios, fundaciones y organizaciones que conforman escaparates por los que se manifiestan las diversas propuestas de su comunidad artística.

Entre estos sitios está el ex convento de San Francisco; dentro de sus instalaciones se ubican el Museo Histórico Regional, el Museo de Antropología, la Escuela de Artes, el Centro Cultural Hidalgo y la Fototeca Nacional que resguarda la colección fotográfica más importante del país, integrada por más de 900 mil piezas de diversos fondos, entre las que destacan las del Archivo Casasola.

Otro es el Museo del Ferrocarril que abre sus puertas para la difusión de la cultura al reunir cada año a un gran número de editoriales en la Feria del Libro Infantil y Juvenil. Por su parte, la Fundación Arturo Herrera Cabañas, se dedica a fomentar la creación de la gráfica pachuqueña a través su taller Impronta.

El Museo de Minería, la Galería Efrén Rebolledo del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes, así como los teatros Romo de Vivar y Bartolomé de Medina, son otros sitios a los que también recomiendo darse una vuelta sin duda alguna.

La Zona Plateada es un punto de referencia para los visitantes, ya que integra la cultura, el comercio, los servicios y la vivienda en un espacio de un millón de metros cuadrados. Con museos, auditorios y centro de convenciones, reúne el diseño y la planificación propia de las grandes ciudades del mundo.

De visita obligada resulta la biblioteca central del Estado “Ricardo Garibay”, un moderno recinto que cuenta con servicio de Internet y tiene salas multimedia donde se pueden ver series y documentales. Dentro de sus actividades organizan lecturas en voz alta e invitan a conferencistas a debatir sobre temas relacionados con el mundo de los libros.

Y si de comer bien se trata, en Mineral de la Reforma hay gran variedad gastronómica, ya que se puede disfrutar de una exquisita barbacoa, de mixtotes, de los tradicionales pastes o de los gusanos de maguey. Para la sed están los curados de pulque, esa bebida milenaria a la que se le sigue considerando como el “elíxir de los dioses”.

Estoy en la plaza principal, camino por los alrededores y admiro uno de sus símbolos por antonomasia: el reloj de monumentales dimensiones. Sé que su maquinaria es idéntica a la del Big Ben de los británicos. La señora que atiende el puesto de revistas me cuenta que la torre se construyó con cantera blanca del pueblo vecino de Tezoantla, en Real del Monte.

Antes de concluir mi paseo, me dirijo al Centro de Artesanías Hidarte, lugar donde se pueden adquirir bellos tesoros de los artesanos hidalguenses: desde esculturas en madera, barro y obsidiana, hasta una extensa variedad de textiles. Aquí, los clientes pueden entrar a los talleres en los que trabajan los artesanos, para conocer de cerca sus técnicas y procesos de producción.

Más tarde, recorro la avenida Revolución y en mis andanzas por la bella airosa, compruebo que este lugar tiene una excelente vida nocturna, con una atmósfera alimentada por las luces de sus anuncios y la música a todo volumen, sobre todo los fines de semana.

Un porcentaje notable de su gente viaja de lunes a viernes al distrito federal por cuestiones de trabajo, mientras que muchos otros de sus habitantes nunca salen de las calles que los han visto pasar. En fin, estos son sólo algunos de los rincones que podemos visitar por Pachuca, una tierra con aroma a tradiciones mexicanas que bien vale la pena darse la oportunidad de conocer.

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