Golpeo mi cráneo en la cónsola:
Los ecos me miran por miríadas.
Suele suceder así con mis fracasos
sean transversales, grandes o pequeños.
Hago que de mi mente salga bruma
y exorciso de espureos mi corazón.
Las mujeres tienen en mí efectos perturbadores
y me hacen manar odios de la boca.
Sus esructuras pasan hacia el levante
mientras yo lloro al ras de mis ojos.
Pero siempre vendrá otra caricia
y otros pómulos llenos de algún santo rubor.