Aventura municipal (parte 5)
Publicado en Mar 09, 2010
La sordidez del pasillo siguiente, muy similar al anterior aunque más oscuro y en declive, hizo que, inicialmente, el pánico me paralizara; pero, por el ensordecedor repiquetear de los mocasines de Petrován que resaltaba la oquedad del ambiente, y la voz de ultratumba que había adoptado su persistente perorar, negué tres veces con la cabeza y tuve la insólita lucidez de darme cuenta de que todo aquello era un sueño; y tal certeza, con la que pretendí calmar mi ansiedad, fue un verdadero conjuro. Decidí seguir, caminando al lado de Petrován y en sintonía con el absurdo, así hasta despertarme; porque, si ya me había dado cuenta: ¿cómo iba asustarme?; y pensé, en tanto miraba esa brea que chorreaba en las paredes, que de las pesadillas uno suele despertar en el momento cúlmine, el más desesperante y que, entonces, debería esperar a que ese único momento final llegara. Pero si yo sabía que todo era un sueño y no desesperaba, ¿cómo haría para despertar? Jamás había tenido un sueño tan vívido ni había vivido un sueño con tanta lucidez. Al llegar al final del pasillo, una especie de maullido tenue, como el lamento agudo y crónico de un millar de gatas en celo, se empezó a percibir filtrándose por algún muro y colándose entre las palabras necias de un Petrován que volvió a adivinar mi pregunta en mente. Y la contestó: -es la guardería municipal. Definitivamente, era uno de los sueños más extraños que había tenido alguna vez, y si no llegaba a ser la pesadilla que era, era por el completo dominio que daba la consciencia de todo aquello; así, lo escalofriante que podría haber sido, era desactivado con sorna. Sonriente, yo contesté a Petrován: -Ah, la guardería municipal. El abogado me fulminó con la mirada de rojas brasas en las pupilas que logró congelarme la médula. Aliviado, me dije que era una simple pesadilla.
Página 1 / 1
|
inocencio rex
Roberto Langella de Reyes Pea
Roberto Langella de Reyes Pea
inocencio rex