Recuerdo tu voz en el café
y tu pequeña cabeza blanquinegra.
Te recuerdo trepando a las sillas
con tus trenzas de diminuta auspiciante.
Eras niña en la historia de los días
que cantaba con identidad histriónica.
Yo te veía sorber de los pitillos
y maravillarte con los emparrados.
Ahora, han pasado los años
y eres hembra en tus diferencias
y yo sigo añorando tu cintura
al igual que lo hacía cuando andabas descalza.