EL MENSAJERO
Publicado en Mar 26, 2010
Pasaba todo el día caminando por todo el barrio, sus ya viejos y cansados pies recorrían todas las calles, rúas, pasajes, avenidas, esquinas, rincones, parques, para terminar en la plaza central y se quedaba a esperar la salida de la muchedumbre que salía de la iglesia a la última misa. Anotaba en su mente todo lo visto, todo lo observado, todo lo vivido. Al llegar la noche se dirigía al cementerio y una por una de las tumbas iba visitando, se sentaba en cada una de ellas y narraba todo lo visto, todo lo observado, todo lo vivido. No quedaba ninguna lapida, ningún sepulcro, ningún mausoleo sin saber lo que le pasaba a los vivos. Y ellos, los muertos, se lo agradecían.
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Roberto Langella de Reyes Pea
Felix Antonio Esteves Fuenmayor