EL DIARIO DE UN HIDALGO
Publicado en May 20, 2009
El arco iris señalaba
La ruta hacia el oro El Perú ya esta conquistado El Marqués Francisco Pizarro Edifica una ciudad con los atavíos De una urbe que nace Para los conquistadores Los grandes Adelantados Pronto el Perú será como España El que posea oro Ambición y posición Será un ilustre gran señor Lima con sus jazmines y sus mozas A orillas del rió Hablador Con una corriente de aire fresco Que viene arrastrada desde el mar Pacífico Y esa brisa me hizo recordar Al Señor cura decir: El mundo es de Dios Y solo deben leer en él Los vicarios del Señor Vi Fanatismo y esclavitud Y un gran ardor en el celo religioso También quemarse a miles de indios Por rechazar la cruz Por negarse a ser cristianos Observe al Fraile Valverde De pie en la plaza de Cajamarca Enardecido de indignación Y con espuma en los labios Cuando un salvaje tiro el misal Por no entender los símbolos Y no lograr entender nada en él Por el insulto a Dios Y a las sagradas escrituras Decirle a Pizarro No veis que los campos Se llenan de indios Atacad en el acto Yo os absuelvo Murieron miles de indios Encerrados como conejos En el corral de su propia plaza Y hombres que no conocían el acero Ni la religión, morían inmolados Entre el fuego y el metal Dentro de los muros de sus propias fortalezas Mientras haya españoles Habrá interrogantes El hispano puede sin desdoro ni baldón Ofrecer en sacrificio un ser viviente Como lo hacían los Incas a sus dioses Y reducir a la esclavitud una nación entera Para que adoptasen su fe Puede también invocar la intersección De la sagrada madre y doblegar A su capricho a una niña inocente También con una plegaria en los labios Estafar, robar y ser adultero Y con una señal de la cruz Redimirse de todos sus pecados En otros sentidos, también se siente La contradicción de la sangre Española En el campo de batalla, oteando la presa Ser despierto astuto, infatigable Disciplinado e invencible Pero pasada la contienda, una mujer Una guitarra, un par de dados y un buen vino Y ser el mortal más degenerado, obtuso E indolente de los reinos del señor Consecuencia de los muchísimos años De turbulento guerrear, contra los Moros Por el dominio de la España misma Generaciones de hombres abrazaron las armas Y el saqueo fue un modo de vida Las guerras contra los Moros Fueron cruzadas santas Se pedía la ayuda de Dios Contra los infieles Estuvieran en sus casas O fuera de ellas El ejemplo disoluto del clero Dio motivo para que se observara Las formas, más no la esencia Para obtener la gracia bastaba Con respetarla al pie de la letra Tanto tiempo duraban las guerras Que había que tener alguna Satisfacción, entre batalla y batalla Si había de vivirse la vida Y de los Moros aprendimos A los lujos refulgentes Indomables en la guerra Y pésimos administradores en la paz Medito a menudo en el temperamento Peculiar de mi raza Pero solo en el hombre había peligro En la naturaleza todo es predecible Y todo peligro puede eludirse Solo el hombre es inescrutable Solo el hombre es artero y mutable Solo el hombre puede carecer de sentimientos Al punto de odiar como odian los Pizarro Y ser tan vengativos como ellos La comida despreciada por nosotros Fue comido por los indios Y lo despreciado por los indios Fue comido por los negros Los cerdos y las aves Buscamos el Dorado El rey del Oro Este monarca Indio Que se cubre todas las mañanas Con polvo de Oro Y por la tarde se lo quita Bañándose en el estanque ritual Los grandes señores del Dorado Con sus ropajes estampados en oro Que renovaban cada día Que los diferenciaba de los demás mortales Aseguran que la casa del monarca Esta cubierta de láminas de oro Y sus mujeres poseen esmeraldas Con las que se adornan a diario Y no las repiten durante años El oro busca dueño, cuando los débiles Ambicionan poder, canturrea un mozo Mientras a mis pies veo El esqueleto de un caballo Con los huesos limpios Y un cóndor gigantesco Revolotea por encima de mí Avechucho fuera ¡Exclamé! Amenazándolo con mi espada El cielo es de un color turquesa Pusimos cara al viento y avanzamos Un indio de las tierras bajas Bajo la influencia de la tos Puso su carga en el suelo y murió Yerto de frío, de el se encargara el cóndor El caballero Blas de Medina Lleva enfundada una preciosa espada Cuya vaina tiene incrustaciones De finas piedras preciosas Y es envidiado por el pobre Alonso Márquez Capa y espada por valor de miles de ducados En esta búsqueda del Dorado No se puede volver Como Córtez cuando quemó sus naves en México Como Francisco Pizarro en Tumbes Al trazar con su espada una raya en la arena Y decir, del otro lado está la muerte, y la grandeza Quien quiere compartirla conmigo El hombre que se embarca en un sueño Debe llevarlo hasta el fin Los sueños jamás retroceden Aun en esta horrenda montaña Y enmarañada selva La honradez de los hombres Debe pesarse, en una balanza De suma precisión, el valor también Cosas que gracias al señor Y a la bendita compañía de los santos La sangre Española tiene En esta lucha por la vida Y esto requiere conductores Con esta ceremonia de elección En medio de la selva Parecía una ridícula vanidad Pero los españoles necesitamos Tanto este aparato, como el calor del sol No os detengáis cuando un hombre no pueda avanzar Mantened la fila en movimiento Solamente mirando por los vivos Los muertos Dios mediante Deben mirar por sí mismos Palabras del capitán general Gonzáles Delante una niebla color cobalto Y árboles que abarcan gran extensión del bosque Cubiertos con una capa de neblina y espesas nubes De la cual irradiaba una densa cortina de vapor Mi padre me dijo una vez, procurando reír Que si no aprendía a leer me haría leñador Y entonces pensé que eso seria lo peor Y ahora miren que resulta que es lo mejor El destino juega a veces bromas muy pesadas La esperanza es para los españoles Lo mismo que el beso de la mujer amada La noche se cerró con presteza Como siempre ocurre en la selva Y caminamos en el bosque Tal como cuando se entra En una catedral por la noche ¡Gloria patri! dijo Illanes Impresionado por el anochecer repentino Estamos todos, cantad vuestros nombres Dijo el capitán general, empezad vos Ordeno a la primera sombra Alonso Márquez respondió Diego Matamoros de Badajoz Diego Moreno no de Badajoz Gracias a Dios, pero sí de Medellín Cristóbal Palacios de Ayamonte Blas de Medina cuya patria es su espada Y así prosiguió la compañía Cantando sus nombres Los españoles somos muy amigos De escupir ingenio de cara al miedo Un arcabucero provoco un fogonazo Y Hernández de rodillas avivo el fuego Pronto se advirtieron las sombras Que proyectaban escenas como de demonios Huyendo de un crucifijo En la quietud del amanecer Fuimos atacados Aullando los indios Se echaron sobre nosotros En la primera envestida los paramos Y estuvimos atareados como una hora Antes de ponerlos en fuga Brillo en la lucha Don Cristóbal de Segovia Más conocido por su apellido Materno, Maldonado Estuvo en Nicaragua Y también con Benalcazar Temible espadachín Y muy buen jinete Y no se quedo atrás Diego Lozano Teniente de la retaguardia Cuya mirada confiada Y serena de sus grandes ojos Muy hundidos en las orbitas El corte impecable de barba y perilla Y excelente soldado Once habían muerto En la escaramuza con los indios Y ocho, con malaria, desinteria y parásitos Las tres plagas del hombre blanco en la selva Que no mino la fortaleza De los que aun permanecíamos vivos Y llenos de brillo y coraje Esta pradera se extiende Hacia el norte y un poco al oeste ¿Sabemos hasta donde? No ha sido inspeccionado Respondió Martín Pineda El jefe de guías La pradera ofrece pastos La floresta solo peligros No puede estar muy lejos La Canela, el Dorado de nuestros sueños El núcleo debe estar cerca Comentamos alrededor del fuego Los hombres se sienten más cómodos En pequeña compañía y seguro abrigo El hablar es un bálsamo para el cuerpo Y un sedante para el cerebro cansado Durante la guardia nocturna Empezó la lluvia, con un retumbar De truenos sordos Como sí un saludo militar a los muertos Se hubieran unido cien tambores Arrebujado en un poncho Oigo el repique adormecedor De la lluvia sobre la lona De mañana me levanto temprano Con botas y armadura nueva Y al salir a dar una vuelta Veo a Juan de Illanes Vendada la mejilla herida Y profundamente absorto En un partido de ving-et-un En el cual ganaba un apetecible botín Deciase misa en una pequeña arboleda Contigua a los corrales de llamas Vi al pasar que la única concurrencia Eran cinco soldados y el señor cura Fruncí el seño y seguí mi camino Hacia la tienda del desayuno Llegue temprano y renové Amistad con algunos compañeros De viejas campañas realizadas Durante la conquista del Perú Antonio Rivera de rostro apergaminado Y astuta mirada se me acerco Cojeando y me hablo con voz melosa ¿Tenéis todo cuanto necesitáis? Si gracias don Antonio respondí Saludándolo con una afable inclinación de cabeza Estoy a vuestro servicio en cualquier momento Dijo Rivera y se alejo Como dejando sus pasos intermitentes en el camino Al avanzar unos metros me tope Con el padre Gaspar de Carvajal Destinado a representar un gran papel En esta búsqueda del tesoro Inca No era un hombre capaz de causar Buena impresión, parecía algo enfermizo Se le notaba débil de cuerpo y pálido de rostro Con ojeras producidas por la fiebre Y su túnica pendía algo indolente Hasta sus pies grandes y chatos Por de pronto asomaban recias botas En vez de sandalias, bajo los pliegues de la sotana Después de esta primera impresión Y al verle la cara pensé Es la de un hombre enérgico La oscura cabeza rapada Calva en la coronilla La barba desaliñada La recia mandíbula La nariz aguileña Y los pómulos salientes De aquel ministro del señor Entonces reflexione Sobre el enceguecimiento del hombre Que los fanatiza y les hiela la sangre Fue cuando sorprendí su mirada Hice frente de lleno a la contemplación Tenía algo peculiar No pude advertir que era En un primer momento Y tuve que aguzar la mirada Antes de advertir Que las pupilas del padre Carvajal Tenían el mismo color dorado Que el trono de los Incas Cosa sorprendente en un español El fraile bajo la mirada, y yo lo imite Carvajal tenía las manos Cruzadas delante del cuerpo Y entre sus dedos largos y blancos Sostenía un breviario Advertí un ligero temblor en una manga Producto quizás de la irritación Provocada por la larga contemplación Y al fijarme más experimente una sorpresa Pues el puño y el antebrazo del sacerdote Eran los de un hombre acostumbrado a las riñas Un hombre que sabía empuñar el acero Y capaz de salir airoso de una emergencia Después de esto me agrado más Concluyo la lluvia Y apareció en la selva El calor estival Febril de humedad Que portaba emanaciones De vegetación fresca Él rió desbordado volvió a su cauce Dejando charcos llenos De mosquitos y malaria De día caía una lluvia Intermitente y nada se secaba El cuero se deterioraba rápidamente Los alimentos se echaban a perder Y billones de hormigas voraces Atacaban hombres y bestias Frenéticos los hombres Volvieron a privar de comida a los perros Y luego lo llevaban al bosque En la noche, a cazar agutíes Era un deporte brutal Los perros casi deshacían a las presas Pero la persecución enardecía a los cazadores Carranza era el más despiadado Y no había concurrido a misa una sola vez Lo cual por si mismo fue causa de comentarios Y motivo de aislamiento Pasando el tiempo, dos de los más viejos Del campamento, fueron A compartir la soledad de carranza También ellos se sentían solos García de Soria Veterano de las guerras del Perú Fue el primero La cabeza no le funcionaba bien Tenía la simplicidad de un niño Y el cariño de un perro de aguas Musitaba acerca de inmensos Tesoros de oro que había escondido Y era el centro de las bromas Que ocurrían en la compañía Y su cara estirada reflejaba su aversión a las chanzas Y se podía contar reírse a sus expensas un buen rato Y el segundo en pegarse a carranza fue Soria Solían ir juntos a pescar al rió Mirando desde lejos al mejor pescador Grabiel de Contreras Como los compinches holgazanes miran a los que trabajan Un día se les unió Antonio Hernández Un portugués entre caballeros castellanos No había sitio para él Trabajaba como establero Entre los caballos de reserva Trabajo que se considero apropiado Para un hombre de su nacionalidad Y este busco la compañía De otros parias, el senil y el judío De ahí en adelante fueron Inseparables los tres Estaba por finalizar junio Y desde un promontorio Observe el movimiento Indolente del campamento Las tiendas Españolas de alegres tonos Clavadas y ordenadas Los pendones de santos y caballeros Indiferentes a la humedad Las hogueras hediondas De los cocineros Donde la leña mojada Se enrojecía de vergüenza Al ser soplada por fuelles Los corrales de los caballos Los cercados de cerdos y llamas Los mil movimientos de los perros El rápido y sordo desplazamiento de los indios Y más allá la confusión De la selva fétida Mi mirada se volvió hacia el sur Y observe a los batidores Con sus leves movimientos Y un jinete que galopaba Veloz hacia el campamento Probablemente un guardia Que hacia relevo Y venia desde el oeste La lluvia empezó nuevamente Y ceso bruscamente Poco antes de la caída del sol Lo que disipo la densa humedad Y el humo de las hogueras Quedaba flotando en el espacio Sin una brisa que lo impulsara Los hombres al volver de la cena Se congregaron en grupos En torno al fuego y lo mas cerca del humo Que los protegía contra moscas y mosquitos Vi. al comandante Mora Hacer recorridos, parecía solo Pensé con tal de matar el tiempo Lo vi, Caminar entre los hombres Tan poco bien venido, como siempre Lo ha sido un comandante entre soldados Se detuvo frente a un grupo De hombres de Guayaquil Estaba allí el caballero Blas de Medina, y el jugador Juan de Illanes Que hablaba en ese momento No, no es así lo oí decir Esta bien Medina, vos sois noble Decidme en verdad Que preocupa a una muchacha Cual sea la naturaleza De vuestra sangre Con tal que tengáis Sangre caliente Medina se echo a reír Depende de lo que desee contesto La mayoría de las mujeres no quieren amor Dan lo que tienen a cambio De lo que quieren Siempre ha sido así Cuanto más quieren Mejor uso aprenden a hacer De lo que tienen No es esa mi experiencia Expreso el jugador Illanes Quieren exactamente lo que queréis vos Algunas ni siquiera lo saben Una vez que le enseñáis Demonios no hay manera De librarse de ellas Eso solo puede suceder entre campesinas Aclaro Medina, yo hablo de las mujeres de mundo De las compañeras de los grandes Capaces de escalar las alturas Mediante el uso prudente De lo que dios les ha dado No todas son calculadoras Comento Illanes Conocí una vez en Sevilla Una mujer que tenía Tanto dinero como cualquiera Pudiera desear Su marido era casi tan rico como Pizarro Tenía todo lo imaginable Lujos posición en la corte Dinero y carruajes Todas las cosas excepto una Y era precisamente lo que Ella necesitaba No importa como la conocí Después una noche consintió Dirigió la mirada en torno al fuego Y sonrió picarescamente Con aquello desperté su amor Intente librarme de ella Pero fue inútil Por su culpa me encuentro En esta maldita floresta Tuve que huir de España Vagando al azar Llegue hasta los humos De una hoguera Algo más grande que las demás Donde se oía Una discusión seria Allí estaba el padre Carvajal y Maldonado Conversando con Alfonso Robles Y otros andaluces de cutis blanco Que según pude observar Eran los más sabios del campamento Sin casco al descubierto Su frente ancha y recia Con una fina mata De cabello rubio Robles era aun más simpático Y su hablar castellano Era el idioma culto Y cuidado de los andaluces Acentuado por modismos moriscos Como todo hidalgo Andaluz Robles era inteligente Y de espíritu cultivado Y el clérigo Carvajal Lo tenía sometido A un intenso interrogatorio Para hombres que faltan Diez o más años a su patria Sin más noticias Que las pocas que traen los barcos Sin correspondencia de amigos o parientes Aquellas novedades de pocos años atrás Eran frescas, y Robles hacia Solo tres años que había llegado de España Por el momento España esta en paz Decía Robles o por lo menos lo estaba Cuando yo partí, pero decían Que la paz no seria duradera Mientras Carlos I, retenga a Europa Y Francisco de Francia este vivo La historia sórdida De intriga continental Resultaba confusa Carvajal era el único que prestaba atención Tratando de adivinar A través de los recuerdos de Robles Las celosas maniobras Del ambicioso Francisco Del celoso Enrique VII En Inglaterra, y la tortuosa Diplomacia de Maquiavelo En Florencia El avance de los infieles Turcos Desde Oriente Carlos I monarca de medio Europa Sacro emperador Romano Germánico rey de los países bajos Rey de Castilla y la península Ibérica Gobernador de Sicilia y Nápoles Protector de la Santa Sede Y hermano del rey de Bohemia Y Hungría, poderoso y expuesto A las depredaciones Por todos lados Como es posible Interrumpió Carvajal Que Enrique de Inglaterra Este del lado de Francia Cuando nuestra princesa De Aragón, hija de Isabel A quien Dios tenga en su santa gloria Es la reina de Inglaterra Robles sabia lo que debía contestar Mas le costaba trabajo Explicar la inquietud de Inglaterra Y del continente a un dominico Ellos gozaban del privilegio del santo oficio Y su respuesta tomada como una herejía Enrique la ha repudiado Dijo con mucho cuidado ¿Y lo ha permitido el padre Clemente? Pregunto anhelante Carvajal La iglesia de Inglaterra No reconoce la autoridad Papal Contesto Robles Es imposible clamo el clérigo Elegid con cuidado vuestras palabras Jovenzuelo, advirtió el dominico Creo padre dijo Robles Que convendría retroceder Un poco en la historia Y deciros cuanto sé Narro todas las traiciones De la década anterior Como dentro del sacro Imperio Romano Aviase alzado un herético Llamado Martín Lutero Que tradujo la Biblia A su manera, y había Lanzado a circulación Millares de ejemplares Con la invención de la imprenta Y quemado la bula de excomunión Dictada en su contra Como también en Francia Un maestro religioso llamado Calvino Había levantado los mismos contra la iglesia Como Suecia y Dinamarca se apartaron De la fe santa, volcándose al protestantismo Como los herejes protestantes Bajo la dirección de príncipes Presentan batalla contra la iglesia En Suiza y los estados Alemanes Y como el caos continental Se apoderaba del mundo Enrique de Inglaterra se casa Con una cortesana ramera Y manda decapitar a tantos eclesiásticos Que sus obispos tuvieron que ceder Y rebelarse contra el Papa Proclamando la adhesión a Dios y Enrique Es imposible fue todo cuanto pudo decir El padre Carvajal Sin poner en tela de juicio La exactitud de las afirmaciones Formuladas por Robles Pues se trataba de un erudito No lo entiendo, se concreto A decir meneando la cabeza Esto sobrepasa el poder humano De entendimiento convino Robles Naturalmente debéis saber que él Vaticano fue asaltado y saqueado Por nuestros propios soldados Españoles Dando lugar a que tenga que huir El santo padre Clemente VII Y que nuestro Emperador Tuviese al Papa prisionero Siete meses en la montaña ¿Carlos hizo eso? ¡Misericordia! Exclamo el padre Carvajal Pensar que e escuchado Semejantes insensateces Desde entonces la autoridad Papal no es igual Quizás padre, el ejemplo dado por algunos Eclesiástico no sea del agrado de Dios Dijo Robles con mucha cautela Aunque también hay muchas publicaciones Escritas en latín, por ejemplo En Inglaterra un tal Tomas Moro Aboga por la reforma de la iglesia Con el fin de dar mayor voz a los legos Pero fue decapitado Bien merecido lo tuvo Dijo el padre Carvajal Que otras herejías hay En Rótterdam continuo Robles Rogando en silencio que Carvajal No adivinase que había leído algunas Un tal Erasmo, hombre de gran ciencia Y sacerdote sostiene que hay Muchos errores en las traducciones De las escrituras y deben cambiarse Dios lo castigara a su debido tiempo Dijo Carvajal La matanza debe ser aun mayor Dijo Robles Calvino en Francia esta organizando un templo ¿Una iglesia? un perro renegado Si padre, sus sermones están inspirados Directamente en la Biblia Sus seguidores se forman su propia opinión El padre Carvajal dio un salto y se santiguo Es pecado el solo pensar estas cosas Ese hombre ¡cómo lo habeis llamado! Ese que quemo la bula de excomunión Se llama Martín Lutero padre No entiendo como no es aplastado Es monje agustino, profesor de witemberg Aun después de su excomunión Siguió predicando y enseñando Que predica hijo, yo os absuelvo Pero esto que os digo Me contaron sacerdotes de Sevilla Sonreí entre las sombras Este Robles no es ningún tonto Lutero cree que las indulgencias No fueron creadas por Jesucristo Si no por la iglesia y por lo tanto No-solo son indignas Si no además sacrílegas También dice que el Papa no es más divino Que cualquier otro príncipe Y por consiguiente la iglesia No tiene autoridad sobre el poder civil Y la iglesia no puede hacer nada Dijo el padre Carvajal Es demasiado tarde dijo Robles Los hombres han aprendido a leerlas En las publicaciones salidas de las prensas Me habeis hecho cambiar de humor Hijo dispénsame y se alejo contrariado Se retiro a su tienda y lo vi hincarse De rodillas en la tierra como castigo Por haber participado, no solo En una conversación herética Si no alentarla también Entonces pregunte a Robles Que más ocurre en el mundo Una colonia llamada Buenos Aires Ha sido establecida en la costa Oriental de nueva España Se encuentra a dos mil leguas de Cuba Debe haber mucha tierra debajo del Perú Lo oí decir en Santo Domingo, cuando salí de allí Y cuentan que un sacerdote Francés Llamado Cartier, ha hallado el camino Al océano del oeste, por un rió situado Muy al norte en la latitud de Dinamarca Si es como Nicaragua bienvenidos sean los Franceses Los presentes rieron Muchos de ellos envejecieron Rápidamente en Nicaragua Y les alegro pensar que los afectados Franceses Pasaran esas vicisitudes Como esta Sevilla pregunte Yo me embarque allí Igual señor contesto Robles Pero más grande, la he visto crecer Bajo mis propios ojos Por real decreto es el único puerto autorizado Para la entrada de mercaderías Provenientes del nuevo mundo De manera que se ha engrandecido Y enriquecido, atrayendo hombres De muchas naciones Jamás olvidare Sevilla, dije Atragantándome con los recuerdos Tañían las campanas de la giralda Mientras navegábamos rió abajo Y lo último que vi de la ciudad fue La torre brillante de la nueva catedral Y el Alcázar indolente recostado En lo alto de la colina, no es fácil Olvidar lo último que se ve de España Vosotros los andaluces sois afortunados Le dije a Robles, teneis de todo Me hubiera gustado nacer en Cádiz Porque habría aprendido ha sonreír Leer y escribir en su gran plaza Adormecido por el sol Tengo una prima dijo Robles Con maliciosa y amplia sonrisa Que es capaz de enseñar a cualquiera Cuando volvamos a España Os presentare ¡ah! exclame vosotros los andaluces Prodigais demasiadas dotes A vuestras mujeres Pero sonreímos señor y ellas sonríen Reímos y nuestras mujeres ríen Amamos y nos corresponden con su amor Saben vivir las mujeres Andaluzas No se encierran tras los muros de ladrillos Mantillas de encaje y avinagrados rostros de dueñas Como hacen las vuestras en Extremadura Esta charla acerca de las mujeres Nos ponía animados No de las mujeres como las concebía Y usaba el jugador Illanes Illanes no era amado, solo consentido Cuando un hombre se encuentra solo En un mundo nuevo es cuando llega a reconocer Una verdad incontrovertible Que cada hombre debe tener una mujer Considerada por él Como un dechado de perfección Que se ampara en la fuerza protectora de su brazo Que responda con su fragilidad a su fortaleza Con su calor a su frialdad Con su aprobación a sus ambiciones Con su aplauso a su arrogancia Con su pecho a su hambre Y su deseo de sucesión con el hijo Uno necesita el recuerdo de un perfumado cabello Acaricie sus sueños en lejanas tierras Y que el anticipo de su satisfacción Le sirva de acicate para regresar presto El hombre sin mujer es un caballo sin rienda Un brazo sin espada, por eso la mujer También debe ser de una cierta comprensión ¿Como se llama tu prima? Robles Ana de Ayala respondió Pasaba apenas de los catorce años Cuando partí dejaba atrás la inocencia Hermosa de la niñez Para convertirse en bellísima granada Es alta y esbelta como un junco Y sus ojos tan firmes Que al verla por primera vez Se la puede creer un poco osada Más no es osadía, sino curiosidad Estaba la última vez que la vi De pie con un cántaro al hombro Junto al pozo común Tenía los brazos sobre la cabeza Mientras que el fruto maduro Parecía querer saltársele por entre la blusa Y sus caderas y piernas jugueteaban Como un viento retozón en un mar sereno ¡Dios mío! le dije, yo volveré a buscarte Entendió lo que quise decirle Y volvió hacia mí su hermoso rostro De madona, con ojos que abrazaban Y dientes que refulgían Como cinceladas piezas de marfil Se rió y me contesto No me reservo para distraer los ocios De un pariente pobre Me casare con un Hidalgo Tal vez con un Adelantado Y rió como si supiere Que cuanto podía ofrecer En aquel momento, era como Para que cualquier Adelantado Se arrastrara por el fango Ante su falda roja Y ese dechado de virtudes ¿Donde vive?, y Robles dijo La encontrareis en casa de su padrastro Cosme de Chávez, en una casa de tejas rojas En la avenida Teresa, con flores de lirio Precisamente en el sitio En que por las mañanas da la sombra del Alcázar No podéis equivocaros, pues hay junto al portón Un olivo nudoso y una campana de plata Para quienes llaman a su puerta El campamento se desplazo hacia el norte Atravesando tierras que los indios llamaban Capua Caminábamos con demasiadas cosas Y los porteadores sobrecargados Consumidos por las fiebres Morían rápidamente en la selva La preocupación es un obstáculo Y el camino del hombre Tiene ya bastantes problemas sin él El temible verano de la selva Con su calor, su desinteria y sus insectos Fue con los indios más cruel Que sus amos Españoles Sin los indios teníamos miedo de comer Las cosas halladas en la floresta Hasta entonces dábamos de probar a los indios Y si el experimento fallaba Todo era cosa de enterrarlos La selva sé hacia a cada paso más impenetrable No dábamos un paso sin que Tuviésemos que despejar la vegetación Con los machetes avanzábamos poco Y el general Gonzáles se enfurecía A medida que nos parábamos para descansar Por la tarde llegamos a un pobrísimo Campamento indígena donde había comida Los indios nos atacaron con lanzas Y sus cuerpos desnudos pintarrajeados Que refulgían, al sol resplandeciente Sus flechas nos produjeron siete muertos Tres heridos de gravedad Al anochecer los aniquilamos Y los supervivientes indios Quedaron como prisioneros El general los hizo meter en la casa Y ordeno que salieran de uno en uno En la oscuridad les preguntaba por el Dorado Pero nada decian, y el traductor indio insistía Luego eran muertos a machetazos Trajeron un hombre viejo con cosas En la cabeza que le caían hasta los ojos El cuerpo lleno de adornos y abalorios El indio viejo fue extendido Con brazos y piernas abiertos Donde los indios encendían el fuego común Y el traductor indio preguntaba dónde esta el Dorado Donde se encuentra el Oro Mientras mirábamos como se quemaba la espalda del viejo Al no confesar nada, el general ordeno Darle la vuelta y así se hizo Hasta que el humo de la hoguera termino por matarlo El general sonrió complacido, eufórico Lo juro por la honra de mi madre Cuando le trajeron al indio siguiente Solo le formulo una pregunta Y como no obtuvo respuesta Le echo los perros en el acto Los animales desgarraron al indio Mientras las mujeres y los niños Contemplaban la escena despavoridos A la entrada del bohío de cañas Su silencio encolerizo más al general Quería que gritasen y confesaran Donde podía hallar el Dorado, el Oro Pero seguían silenciosos Con los ojos desmesuradamente abiertos Entonces el general ordeno Incendiad el bohío en el acto Murieron mujeres y niños Ni uno solo lloro o grito Madre de Dios, que agonía, que hedor Pero los gritos que ellos no lanzaron Resuenan en el interior de cada uno de nosotros A la mañana siguiente avanzamos a través de la floresta Cruzamos bordeando unos fétidos pantanos Y como a un día de camino, encontramos un rió Cuyo viento era limpio, el primer halito fresco En tantos días, me calmo y ablando la voz Descansamos tres días junto al arroyo Armamos el campamento Y el recuento de las fuerzas Llevado a cabo el día de la transfiguración Fue desalentador para todos nosotros De los doscientos Españoles Noventa habían muerto y quince heridos De los doscientos treinta caballos Quedaban solo ochenta, y dos asnos De los veinte esclavos negros Vivian solo cinco enflaquecidos De los quinientos indios Quiteños Solo quedaban diez hábiles De los sesenta perros, solo quedaban ocho Por ultimo el General Gonzáles Dio orden de levantar el campamento Y marchar corriente abajo A los cinco días la expedición Llego a la confluencia del rió Coca Donde había un poblado indígena Los indios habían huido en sus piraguas Y estaban recorriendo él rió en botes Empezaron a lanzarnos piedras Con hondas que hacían girar sobre sus cabezas Tres ballesteros fueron muertos Repelimos su ataque y caminamos varias leguas Hasta llegar a un claro cercano A un manantial de agua cristalina Donde surgió la idea de hacer Un bergantín, ciertamente madera había en abundancia Todos se entusiasmaron por el proyecto Enseguida nos pusimos a trabajar Mandando un destacamento que talara árboles Mientras otro grupo buscaba hierros para hacer clavos La tarea prosiguió apresurada Y al cabo de tres meses quedo concluida La mañana en que la barca completamente estibada flotaba Algunos capitanes levantaron el pendón Luego el padre Carvajal con la hostia muy en alto Hiciera una procesión hasta el borde del agua Don Gonzáles con sus mejores mallas y su mejor capa Y yo un paso detrás, como cumple al segundo en comando Siguió una misa solemne y el bergantín Fue bautizado con el nombre de San Pedro El bergantín se comporto airosamente Comandado por Juan de Alcántara Valeroso y galante caballero Del maestrazgo de Santiago En las montañas de Extremadura Y entonces pensé que la lealtad No se demuestra con palabras dichas A espaldas de un hombre, sino con actos ¿Que velocidad creéis desarrollar? Alcántara, se puso rápidamente en pie Y miro detenidamente la corriente Hacemos unos diez nudos más o menos Señor contesto el contramaestre En la noche cayo una lluvia torrencial Y fue necesario destinar a algunos A achicar la bodega del bergantín La corriente aumento en velocidad El timonel Veles advirtió sobre un posible naufragio Y todos los hombres se miraron impotentes Ante la fuerza arrolladora del agua Entonces se me ocurrió un pensamiento Creo que el hombre recibe exactamente La compensación de lo que da de Dios De los humanos, de su trabajo Creo que el hombre que reza Cuando lo que se requiere es acción Es un tonto y Dios lo tiene por tal Creo que Dios contesta las plegarias Del hombre que realiza su propia labor La presencia de mareas Hizo forzoso el disminuir la velocidad Pero la fuerza de la corriente Nos arrastraba como una astilla El timón no obedecía Y chocamos contra una gran roca Y la madera del bergantín Se quebró con un ruido espantoso El agua ingreso a raudales Y arrastro a los hombres a su antojo No se como logre ganar la orilla Y el amanecer me sorprendió Con una luz intensa Que tiño de azul el cielo Al caminar por los alrededores Encontré a seis de mis compañeros El resto había desaparecido Posiblemente la mayoría ahogados Nos reunimos cansados Sobre la angosta orilla Y decidimos avanzar a pie Y como a una legua de camino Tropezamos con indios feroces Pero más feroz, era el hambre y la sed Una flecha dio en el hombro de carranza Que murió en el acto traspasado Otra flecha dio en mi pierna Note como manaba sangre Y el olor de la misma Me hizo retroceder espantado El envenenamiento no dejaba dudas Sabía lo que me esperaba Escalofríos intensos Fiebre alta y delirio Que valor tenía entonces Codiciar el Oro y la riqueza Con ellos era imposible comprar sueños Era imposible comprar vida Mis amigos ya no estaban A Robles y Ana de Ayala No los vería más Entonces creí escuchar una voz Que me decía quedamente La riqueza del hombre Es el valor de su propio corazón Tesoro inagotable que crecía En proporción a su consumo Joya de veinticuatro kilates El Oro es un amigo inconstante Maleable, desleal, traicionero Solo el corazón mantenía su pureza Aun con su último latido.
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