¿Qué cambiaría por esta página blanca de muerte,
de mudez,
de ceguera?
No hay retorno; por eso esta angustia de nube, esta nada de estepas,
este verano polar que se pretende eterno.
Qué daría yo por volver a la fosa bajo el chasis,
por aprender la simple risa del gitano,
poder decir, sin sonrojarme, groserías
y, sin retórica, humedecer los labios que pasan lejanos;
que daría por ser capaz de esa risotada sin más pretensión
que la de oxigenar este absurdo de domingos de dominós y sin goles
a los que se conjura en ciertos vanos templos.
Envidio la vida como lo hace un fantasma hambriento,
la poesía que ruge en el carburador,
que surge del chorro de un jet presto al bombardeo.
No hay más aventura que la del estallido de un parabrisas,
No hay más que salir despedido, que estrellarse contra una vitrina,
que entregar, en consignación, un alma ya perdida
al Fausto de corbatas italianas.