Aventura municipal (parte 8)
Publicado en Mar 30, 2010
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      La sola mención de Isabel por parte de un completo y anciano desconocido, no era sino otro más en aquel compendio de disparates acaecidos desde mi entrada al recinto municipal; a un mero sueño no debería buscarle otra lógica que la onírica si tan conscientemente había captado la flagrante inverosimilitud del sueño, tonto sería de mi parte caer en el desespero por encontrarle una lógica: ante las situaciones que se me presentaban, debía dejarlas pasar y sólo esperar a despertar.
      En ese despacho tan ordinario y municipal, en ese ambiente tan burocrático y provinciano a pesar de sus pretensiones alfombradas y cosmopolitas, tan propias de los demócratas mediáticos de una nueva era, la de los mandamases de una Latinoamérica berlusconizada, el cuadrito de Perón, con escudito justicialista y todo, se alzaba por detrás del excelentísimo testimoniando cuán caprichosa suele ser la historia que vamos escribiendo, día a día, los argentinos; sí, ese cuadrito como sobreviviente de una antigua liturgia: la de la justicia social, ahora vacía de todo el significado que hubiera tenido en otros tiempos, ya muy lejanos; sí, y también tan cómplice de la traición de los capitalistas que usufructúan la política, como puede serlo un crucifijo con los que lo hacen con la divinidad, la culpa, el pecado y el infierno.
Al crucifijo tampoco tardé en encontrarlo, allí colgado cerca de una esquina, tan vacío y anodino, como si estuviera allí para evidenciar que de ahí no había escapatoria, que no había a qué aferrarse
        -¿qué le llama tanto la atención?- me preguntó el excelentísimo, que se sonaba en un pañuelo sostenido por Petrován.
       Noté plomo fundido en las nubes a través del ventanal que daba a la izquierda. Me pregunté entonces cómo podía ser que después de tanto haber ido hacia abajo terminara viendo el cielo. 
     
      El excelentísimo estornudó de nuevo y una salpicadura en el pómulo me resultó bastante creíble y muy desagradable. Disimuladamente, me limpié mirando hacia el perfil del líder del Justicialismo. Un Perón coloridamente kitsch sonreía, por arriba del servicial Petrován, al magnífico retrato de un excelentísimo mucho más juvenil que el que me habló desde su lejano trono para decir: 
    -una obra bellísima. Octavio D. Calvo la firma... ¿por qué no se limpia mejor?... tiene sangre en un pómulo...
Lo hice.
    -bien, joven: ¿en qué le podemos ayudar?
    -Isabel, su mujer, está encinta- se adelantó a responder Petrován, terminando de limpiarse la sangre de las manos- y pensé que podíamos ayudarlo.
    -¡pero qué bien, muchacho! Acepte mis más sinceras felicitaciones-.
      
         Volvió a ofrecerme esa garra decrépita y helada. Su fuerza ésta vez me pareció sobrenatural: el apretón fue la grave succión de una especie de antienergía, de una fuerza antigravitacional que hizo que los huesos de mi brazo derecho parecieran helarse.
Me sometí a la calma, sabiendo que por más que luchara con todas esas fuerzas que allí me faltaban, el viejo, me mataría.
          Escrutándome con su pupila centelleante, y sentenciándome ya con su media sonrisa, me soltó; una descarga me recorrió el cuerpo y culminó en un estallido en mi plexo solar. Sentí que, en un resplandor, la vida me era devuelta.
       -Los niños son la verdadera bendición de Dios -dijo-. Tendríamos que brindar por esta excelente noticia ¿no le parece, joven?
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Descripción

Palabras Clave: aventura municipal

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


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inocencio rex

sí.. tenés razon..
quizás lo escueto de las descripciones se deba a lo excesivamente "municipal" del entorno.. diciendo que el retrato era tan kitsch como sublime, quería referirme a eso: incluso la oficina del excelentísimo es la de un burócrata:
o sea: tiene un retrato suyo firmado por el artista mientras el de perón es una fotito trucha, de esas que aparecen en cualquier despacho municipal de cualquier parte del país..
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March 31, 2010
 

Roberto Langella de Reyes Pea

El tema es que el argumento no da para una novela, donde podrías sentarte a escribir sin pensar en el final. Es una historia lineal que no permite ramificaciones, por eso también digo que las descripciones de lugar no pueden ser demasiado extensas. En una novela podés estar tres páginas describiendo una escena, si sentís que viene al caso (a mí me embola, pero Sthendal lo hizo por lo menos en Rojo y Negro,eso, dormirse en descripciones).
El tema es que el descenso-ascenso de Inocencio rompe de manera brutal con la atmósfera del relato. Acá todo se ennegrece, los personajes se vuelven sobrenaturales. Todavía está en posibilidades de sugerirlo, que no se vuelvan drácula de veras. Pero la atmósfera aquí ya cambió. No puede seguir siendo el mismo edificio realista. No sé, yo pensaría en un tim burton a la criolla, y de bastante bajo presupuesto, para que la naturaleza del relato tampoco cambie tan drásticamente. Abrazotes.
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March 31, 2010

inocencio rex

gracias robert... fijate si ahora no está un poquito mejor.
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March 31, 2010
 

Roberto Langella de Reyes Pea

Yo le agregaría una breve descipción del entorno, del ambiente, quizás haría lo mismo en alguno de los primeros capítulos, y contrastar una parte del edificio moderna y funcional, municpal, de hecho, con ésta, que podría ser mucho más tenebrosa y sobrenatural. Esto se trata más de un cuento largo, o una novela corta, las descipciones no deberían ser demasiado extensas, me parece, pero creo que enriquecería el texto. Es una opinión, tú mismo.
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March 31, 2010

Roberto Langella de Reyes Pea

Excelente la paradoja de terminar viendo el cielo después de haber descendido. Ya Petrovan parece Rensfield y vos (Inocencio) Jonathan Harker. Van Helsing!!!!
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March 31, 2010
 

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