VETERANOS  DE LA GUERRA DE MALVINAS
 
Comprensión, afecto y algo más
 
Publicado en el Diario EL TERRITORIO en el año 1996
En aquella oportunidad el autor decía:

Días pasado se celebró el "Día del Veterano de Guerra", y en tal ocasión hablamos de todos los que combatieron en el teatro de operaciones del Atlántico Sur.
Pero quiero referirme ahora, exclusivamente, a los soldados de 18 años apenas, a esos pichones cuyas alas quebró la guerra con tanta crueldad. Y de entre ellos, no a los que cayeron en el cumplimiento de su deber sagrado y hoy abonan un poco más nuestra soberanía sobre las islas. Quiero referirme a los que volvieron, a los que están entre nosotros, y a los que la indiferencia de la sociedad los hace andar como "bola sin manija", hablando de cosas que nadie entiende, o lo que nadie tiene tiempo de entender porque son otras las cosas que acucian.
Ebrios de patria y pletóricos de vivencias, porque así se sienten, ellos van envejeciendo sin lograr que nadie los reconozca. Y solo quieren salvarse del olvido: esa es hoy su lucha enconada.
¿Será que aquellos guaraníes que formaron los ejércitos de la libertad y la independencia, junto a Belgrano y San Martín, hallaban la misma indiferencia de sus contemporáneos al volver? ¿O eran reconocidos en su esfuerzo, por aquel juramento del Himno: "coronados de gloria vivamos, o juremos con gloria morir".
Sabemos que el contexto del poder en que se materializó el 2 de abril de 1982, y toda la Guerra de Malvinas, no era un contexto democrático. Pero la inmolación fue en aras de la Patria -más allá del posible error cometido-, y en cumplimiento del mandato constitucional. Los mismo vale para los que bebieron un poco del vaso de la gloria.
Fueron derrotados, ciertamente. Pero también Belgrano fue vencido en Vilcapugio y Ayohuma; sin embargo, aquellas horas en que los blasones de la Patria se cubrieron de negros crespones, no menguaron en nada su figura de patriota abnegado.
¿Acaso podemos los argentinos de hoy, arrastrar a nuestros ex combatientes al precipicio del olvido, o hacernos de los desentendidos cuando pasan desfilando, ahora más viejos, rengos, maltrechos, taciturnos? Nuestros niños y adolescentes no saben de quienes se trata; solo saben que lucharon en Malvinas.
¿Quién podrá borrar de sus retinas las imágenes de la guerra, el dolor de los heridos, la gran pena de la derrota? ¿Quién comprende sus lágrimas cuando la Bandera argentina sube al tope del mástil? ¿Quién podrá entrar en sus almas y entender que para ellos esa guerra nunca terminó, pues sigue en sus conciencias como una brasa encendida por la llama del patriotismo?
Es tiempo de que miremos en torno nuestro. Y si vemos a alguien que combatió en Malvinas -especialmente si es un ex conscripto-, demostrémosle nuestra comprensión y nuestro afecto. Ellos son los testigos vivos de que la Patria no es una entelequia, sino la tierra donde se nace, se lucha, se educa, se recuerda, se muere...
Pero esto no sería suficiente. Las medallas que llevan prendidas -y no solo de sus ropas, sino también en sus corazones- son galardones muy pequeños en relación a lo que hicieron.
Los diputados de nuestra provincia, que gustan de las declaraciones grandilocuentes, podrían sancionar una ley que instituya una pensión vitalicia para todos los conscriptos que combatieron en Malvinas. Y sin importar si trabajan o no. También podrían instituir una condecoración de la Provincia para nuestros ex combatientes. Sería un acto de justicia histórica.
Recuerdo los versos de Atahualpa Yupanqui: "Amarillos papeles te pintan de otra laya, pero somos 33 millones los que te llamamos hermana" Nuestros soldaditos hicieron mucho por este rezo (laico); no dejemos que se apaguen en el tiempo. Sería como olvidar al propio "Santo de la Espada".
DIEGO LUJAN SARTORI