UN EXTRAO VISITANTE
Publicado en Apr 03, 2010
Un día la muerte toco a mi puerta, me pidió muy cortésmente que la dejara pasar para poderme explicar claramente en que consistía su oficio. Yo, totalmente incrédula y asombrada pensé que serie divertido observar la demencia de otra pobre criatura para olvidar un poco la mía, y lo deje entrar.
Comenzó a hablarme de la complejidad de su trabajo y lo difícil que algunas veces le resultaba cumplir con su misión, me contó que una que otra ocasión lo hacia con extremo agrado, otras simplemente por venganza o por diversión. Su discurso resulto tan convincente que estalle en lágrimas y le rogué que no me alejara de este mundo, le pedí a gritos que se fuera inmediatamente de mi casa. Él solo contesto con una risa profunda sin mover un solo músculo de su boca, sin mostrar ninguna clase de gesto. Mientras que sus labios seguían juntos y su risa penetraba todos los rincones de la habitación, me di cuenta que todo esto era ridículo ¿Por qué la muerte vendría a mi casa a presentarse? Toda esta situación resultaba absurda, en ese preciso momento recobre la cordura, tome de la mano a aquel perturbador sujeto llevándolo hacia la puerta, diciéndole que perdonara mi reacción y que lo más conveniente seria que se marchara y fuera a contarle a otra persona sobre sus alucinaciones, y yo con ínfulas de sicoanalista pensé: - Pobre hombre, eso de creerse la muerte ha de haberle traído muchos problemas, quizás sufrió un trauma muy grave en su infancia. Él, de una manera bastante fuerte soltó su mano, me miro fijamente a los ojos y sentí como si miles de espinas se clavaran en todo mi cuerpo dejándome totalmente inmóvil. Sus ojos seguían aprisionándome mientras que poco a poco acercaba su rostro a mi oído. Emanaba un olor a flores, flores húmedas, como aquellas que llevan los dolientes a las tumbas; cada vez lo sentía más y más cerca, su respiración era una brisa helada que penetraban mi piel, traspasaba mi carne y se instalaba en mis huesos; sus labios por fin rozaron mis orejas, eran labios suaves y parecían quemar las hebras de mis cabellos. Con una de sus manos toco mi mejilla secando una lagrima, que yo no había notado salía de mis parpados, y me dijo al oído. - Guárdalas por que te haré sufrir. Sin quitarme los ojos de encima se alejo de mí, abrió la puerta y desapareció detrás de ella. Cuando el efecto hipnotizante abandono mi cuerpo me senté en el sofá y comencé a analizar lo sucedido, por un momento pensé que había muerto. ¿Por qué vino? De seguro me llego la hora, en cualquier momento podría volver a llevarme al descanso eterno y si es así ¿Por qué no me llevo con él de una buena vez? En ese instante un leve sonido se dibujaba en mis oídos, era como un zumbido, no, era como un timbre. Al salir del trance en el que todos estos pensamientos me ahogaron, me di cuenta que era el teléfono que sonaba. Me levante rápidamente tome la bocina y escuche del otro lado una voz familiar que me decía: - Querida, tu madre ha muerto.
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|