Plexigls
Publicado en Apr 16, 2010
Cuando Paulina Lorenzo se sentó en aquel borde de aquel precipicio a aquella hora con aquella disposición, todo hizo sentido. El viento que, agresivo, intentaba botarla, pero no lograba ni moverla hacía sentido. Los miles de trazos en los espejor y ventanales del aquí-ahora-ayer-mañana del mundo hicieron sentido. Los pequeños pedazos de la magnolia que trozaba con inercia flotando en contra de la corriente de aire hacían sentido.
Sentada en perfecta paz, armonía, comprendiendo desde el lento movieminto pegajoso del caracol hasta los motivos por elegir vacas en vez de casas y viceversa, o la pérdida de viejos amigos o el nacimiento... El nacimiento. Y la muerte. Sentada en perfecta paz, con esa masa de carne inútil que los franceses llaman derrièrre románticamente apoyado en el borde de la cornisa. No es que todos seamos, no es que nadie sea, es que unos somos mientras no somos y otros no son mientras continúan siendo. ¡No hay que ser una genio para verlo! Sólo hay que tener lo que Paulina Lorenzo tuvo por una mini micro fracción de segundo apoyada en el borde de la conciencia, en la cornisa de la razón. Un instante. Un instante de civilización real para respirar de los barbáricos, esquizo-paranoides pulsos de la sociedad. Un instante de sinapsis universal para sentir lo de la hoja que cae en el otoño canadiense, lo de la trillada flor de loto que flota en la poza en algún rincón oculto de oriente, lo de la nana que lava los platos con los grandes éxitos de Américo sonando en la radio, lo de la estudiante de periodismo que tiene muchos textos de "lengua española" y muy pocos ojos, lo de la champaña vertida un caluroso año nuevo de dos mil catorce, lo del caballero templario que fue barrido por el tiempo hace tanto ya, lo de la persona que lee un pseudo cuento publicado en Facebook, lo de todos, lo de nadie, lo de los otros, los estos y los aquellos. Un instante de comunión con la vibra del planeta vivo debajo de la ciudad y la fibra del universo infinito. Un instante para saborear el pasado, oler el presente y ver el futuro. Un instante para no pensar, para saber, para sentir, para dormir, morir y renacer, dos veces, tres veces, cinco, doscientas cuarenta y cinco mil dos veces. Una vez. Un instante eterno en su brevedad... Un instante para saltar.
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|