Te observaba sin poder disimularlo…
Mucho pero tímido.
Muy pero muy nervioso.
 
Bajo la brisa de verano de vacaciones.
De barrio y pandilla de amigos.
Todos tan perfumados y alegres.
 
De baile de adolescentes…
Sin muchos tíos ni padres a la vista.
En la casa de tu abuela María.
 
Con música grabada de las colecciones de nuestros padres.
Gaseosas y galletitas o maní.
Bajo las estrellas de fin de enero.
 
Esperando juntar fuerzas.
Esperando la música lenta
Y la canción que por carta de amor te había regalado.
 
Le sonreía a tu hermanito…
Acariciaba al perro y al gato de tu abuela…
Y te miraba amor… tanto te miraba…
 
Y ya de madrugada, llegando casi al final,
Mi mejor amigo, el que pasaba música
Y encendía y apagaba las precarias luces de colores, puso aquella canción…
 
Temblé…
Me puse colorado…
Tomé de golpe un vaso de Coca Cola hasta lagrimear…
 
Me acerqué a ti.
Me mirabas disimulada y sonreías…
Al igual que lo hacían el millón y medio de amigas que te rodeaban.
 
Tomé tu mano suave y asustado.
Te pedí por favor que bailases conmigo.
Y aceptaste…
 
En la última estrofa de la canción,
Miré a las estrellas para juntar fuerzas
Y te pedí que me permitas besarte.
 
Y lo demás…
Ahora…
Me resulta indescriptible…
E insuperable…