Estás en una etapa de susceptibilidades:
Lloras y te quemas los ojos.
Tus lágrimas también horadan mis manos
y hacen hoyos en el suelo acidificados.
Te acurrucas en un lugar de sombras
dónde sólo deseas llorar y santiguarte.
Pero en ti hay destellos de ternura
y un regocijo que amansa tus rigores.
Esperaré a que mejores sentado en las viñas
hasta que vuelvas a ser mi contrayente.