MI TIO CELESTINO .... Un ensayo crtico para reflexionar sobre los valores humanos...
Publicado en May 26, 2009
MI TIO CELESTINO
Germán Alexánder Molina Soler A... Mi Familia: ¡...Personas y experiencias que me han regalado lo que hoy soy..! Conocí a mi tío Celestino cuando yo tenía diez años y algunos meses. Recuerdo que desde el primer momento me impresionaron sus grandes ojos azules y sus brazos fuertes. Unos brazos largos, con los músculos y las venas marcados intensamente, que terminaban en unas manos grandes, con dedos impresionantemente gordos, que apretaron los míos suavemente; talvez para no lastimarme. Tenía muchas ganas de conocerlo. Me había hecho a muchas ideas, por las conversaciones que había escuchado entre mi mamá y mis tíos sobre él. Todos hablaban de sus grandes ojos azules, de su fuerza, de su capacidad para trabajar el campo, de su habilidad con el azadón y con el machete... Y yo lo imaginaba inmenso, fortachón, capaz de romper un tronco de un solo hachazo... La verdad es que no me desilusioné. Era tan grande y tan fornido como me lo había imaginado. Y su fuerza estaba marcada en las largas líneas azuladas que se veían en sus brazos, como riachuelos de sangre a punto de desbordarse. Sus ojos me saludaron con una mirada larga, plena de ternura, en la que iban impregnadas muchas palabras que no pudo pronunciar. Sus labios se distensionaron y apareció una sonrisa que a mí me pareció muy bonita y sincera. Pero no hubo ni una palabra. De su garganta brotó un sonido ronco, que me pareció a un "qui`hubo", y que me produjo cierto temor. Entonces, recordé aquella charla que alguna vez escuché a mi tía y mi mamá. Decía mi tía que una vez mi abuela, estando embarazada, escuchó hablar al niño que llevaba en el vientre; y, sin saber que no debía hacerlo, corrió a contarlo a las amigas. Por esa razón, mi tío Celestino no nació con el privilegio de la inteligencia; por el contrario, la naturaleza lo obligó a vivir ensimismado en su mudez, en su sordera y en su baja capacidad intelectual. Ese mismo día, conocí también a mi tía Eugenia. Era tan elegante y tan hermosa como mi mamá y mis tías la habían descrito. Su larga cabellera negra y sus encantadores ojos color miel, me arroparon en un largo abrazo acompañado de muchas palabras que no recuerdo. Su presencia inundó todo el lugar y la casa se llenó de música, de besos, de maletas, de gritos y de carcajadas. Fueron dos encuentros que marcaron mi vida y hoy me permiten esta reflexión. Las muchas palabras de mi tía Eugenia contrastaban tenázmente con las muchas señas que hacía mi tío Celestino para hacerse entender. Las miradas acomodadas de mi tía, según la ocasión, para coquetear, para solicitar, para reprender o para insultar; eran totalmente opuestas a la única mirada tierna y bondadosa que siempre tenía mi tío Celestino. Quizás, en lo único que podrían parecerse era en la energía que desbordaban. Ella en sus reuniones sociales y él en su trabajo en el campo. Por mucho tiempo, viví convencido de que la vida había sido demasiado bondadosa con mi tía Eugenia y muy cruel con mi tío Celestino. Que siendo hermanos, a ella le había sido concedida toda la suerte que a él le faltó. Que todas las cualidades de belleza y de simpatía se habían reunido en el ser de mi tía y que que a mi tío Celestino sólo le habían sido dados el silencio y la soledad. Sin embargo, el paso del tiempo hizo cambiar mi parecer. Mi tía Eugenia ha soportado todas las viscisitudes de la vida. Creo que nunca ha sido feliz. Recuerdo su boda, llena de lujos y vanidades. Y también recuerdo su separación. La hemos acompañado en tres intentos por rehacer su vida; pero, continúa sola, triste y sin esperanzas. Ni siquiera sus hijos la acompañan. Le cobran su falta de tiempo y de juegos con ellos. ¿Por qué tanta belleza y tanta energía nunca pudieron retener a alguien? ¿Por qué ese encanto y esa dulzura se apagaron? ¿Qué pasó con la risa, los besos, los abrazos? Dónde quedó esa mujer deseada por todos y envidiada por todas? ¿A dónde fueron a parar las canciones y las palabras bonitas? ¿Dónde quedaron la vanidad y el orgullo? Pienso que mi tía Eugenia sólo vivía para ella. Que todas sus risas se las regalaba a sí misma. Que su vida giraba únicamente en torno a ella y que, para ella, las personas eran sólo una circunstancia en su vida. Que se vestía y se maquillaba sólo para sentirse admirada. Que las sonrisas que repartía eran sólo la retribución a los elogios. Y que con su ego construyó un pedestal del cual jamás se atrevió a descender. Todos sus caprichos debían ser cumplidos. Todas sus rabietas debían ser consentidas. Y todas sus extravagancias debían ser aplaudidas. Jamás una frase de amor a alguien; jamás una sonrisa sincera. Mi tía Eugenia, en su mundo de ilusiones, no tuvo en cuenta las realidades ajenas. Y siempre pensé que Dios le había dado muy poco a mi Tío Celestino. Que su falta de palabras y su poco entendimiento le privaban de felicidad. ¡Cuán equivocado estaba! En su pequeño mundo, reducido a él mismo y a quienes le amamos, mi Tío Celestino ha sido inmensamente feliz. Siempre, esa sonrisa bonita y sincera. Siempre, esos grandes ojos azules, con esa mirada larga, plena de ternura... Siempre, esos brazos fuertes dispuestos a ayudar... Siempre, trabajando... Siempre regalándole al mundo exterior una paz hermosa, difícil de comprender. Sí, ahora estoy convencido. Una gran parte de mi vida ha estado marcada, de manera inconsciente, por la forma de vida que me enseñó mi Tía Eugenia. En el fondo de mi pensamiento siempre quise tener su habilidad para "hacer amigos" y su locuacidad para compartir "momentos de alegría". Quizás, muy en mi interior, le admiré su "buena estrella" y reproché a la vida por repartir tan mal sus "bondades". Hasta creo que envidié sus lujos, sus canciones y sus palabras bonitas. Y también estoy convencido de que despilfarré mi tiempo y mi energía mirando hacia otro lado. Si la vida me regalara la oportunidad de volver hacia atrás para acogerme a otro modelo y a otra forma de vivir; no lo dudaría. Buscaría la manera de entrar en ese mundo de silencio y de soledad que tuve siempre cerca de mí y jamás miré. Intentaría copiar esa sonrisa bonita y sincera y esa mirada larga, plena de ternura... Tendría mis brazos siempre dispuestos a ayudar... Y haría lo imposible por utilizar menos mis palabras y mucho más mis gestos... Sería muy feliz, el día que sólo con mi mirada y mi sonrisa lograra comunicarme con el mundo exterior... Sería inmensamente feliz si alguna vez pudiera expresarle al mundo una paz hermosa, tal y como lo hace.. ¡MI TIO CELESTINO!
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