Nada tenía que hacer en ese lado del parque, no siquiera tenía que pasar por el parque ya que mi casa estaba en 20 de Noviembre hasta arriba. Todos los días me acompañaba el Migue que de igual manera nada tenía que hacer por ahí. Creo que nos gustaba estar a la sombra de esos árboles, tirados en el suelo, se sentía muy rico en esos días de calor. No decíamos nada, ni nos movíamos, a menos que una hoja nos cayera en la cara.
Así pasábamos mínimo una hora hasta que sentíamos mucha hambre. Bien pude aburrirme de esa estúpida manera de cerrar un día de escuela y tal vez ya estaba sucediendo porque una vez no me acosté, me quedé sentado recargado en los escalones. Creí que sería interesante ver a la gente pasar, subir y bajar. Nada extraordinario, giré un poco mas la cabeza y justo debajo de la Prudencia estaba esa niña, no era mi amiga, pero nos llevábamos. Me sorprendió observándola, sonrió y me saludó agitando la mano, hice lo mismo y después le sugerí a Migue cambiarnos a las bancas de enfrente,  mi cuate no objetó y me siguió, no a las bancas realmente, sino directo a la Prudencia donde la niña estaba.
Leía algo que la hacía sonreír mucho, de donde yo estaba era lo único que distinguí, ya al acercarme supe que las revistas españolas le causaban ese efecto o igual solo Hillary Duff sin importar  la publicación. Me senté junto a ella y rápidamente le respondí el porque pasábamos largos ratos tirados bajo la sombra de los árboles esos en lugar de ir directo a casa como la mayoría, solo se me ocurrió decir que nos relajaba mucho estar ahí, obvio no le pareció nada atractivo ni emocionante, ni siquiera normal, pero se unió a nosotros y fuimos tres disfrutando del humo del camión y esa melodía particular de los motores de todo lo que transitaba por ahí.  A partir de ese día hicimos lo mismo, rara vez caminamos de la escuela a las virtudes, creo que perdía la gracia, era mejor pretender que en toda la mañana no nos habíamos visto, que no nos topamos en el pasillo, ni que hicimos fila en la cafetería, tampoco que no entramos a clases.
Nos acomodábamos junto a la Prudencia, porque tenía buena vista, el aire pegaba mejor y quedaba totalmente de frente la escalera del parque. Imperaba el silencio, pero así me parecía mas interesante esa niña, le podía poner mas atención a la forma en que su fleco se movía empujado por el aire, a veces atorándose en sus pestañas, el movimiento de sus dedos cuando lo retiraba de ahí, después fruncía la nariz y se mojaba los labios. De hecho la empezaba a considerar como la quinta pieza, debió quedarse ahí siempre, no debajo sino a lado de la Prudencia, su belleza se me hacía una virtud.  
Pasó el tiempo y ahora que trato de recordar no puedo ubicar el día, el último día que estuvimos bajo la Prudencia, debió ser una tarde soleada y tranquila, debimos reír por alguna simpleza, debí acariciar su cabello cuando estaba recostada sobre mí, incluso debí agradecerle por ese momento, sin pronunciar palabra claro.
Creo que ya sé que día fue, uno antes de que mi hermano me confesara que la niña con la que yo pasaba ratos sin sentido era la misma que lo hacía perder la concentración todos los días en el salón de clases.
Unos diez minutos después de las 2 de la tarde y Migue siguiéndome por Revolución, de repente se detuvo.
- Me cayó una gota -miró al cielo como todos cuando sentimos esa gota estrellarse en la nariz.
- Mejor subimos ¿no? -no le di oportunidad de responder, di media vuelta a solo pasos de estar en la esquina de Enríquez.
Mayo, alias "temporada de lluvias" ya estaba en la ciudad, no volvimos a bajar.