Quiero eludir los enrarecimientos
que se contagian en las urbes de plomo:
Allí es el inspirar de la ceguera
y el olvido total de las cosmogonías.
Allí son las quejas ajustables
que terminan en rupturas de parejas.
En la ciudad hay seres sin aliciente
que viven porque ven vivir a otros.
Es necesario desertar del cemento
y volver al potro de lo verde.
Para vestirse con un nuevo vigor
y deshacernos de dolores retrógrados.