A un viejo amigo...
Publicado en May 10, 2010
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Hace exactamente 6 años, 3 días, 15 horas, 9 minutos y 14 segundos que te marchaste sin ni siquiera decir adiós. Después de tanto tiempo pensando en ti, te vuelvo a escribir. Quizá porque muy dentro de mí el tiempo no ha pasado y tú sigues muy presente. O simplemente porque tu fuiste el factor esencial de mi vida durante muchos años.

¿Sabes? Recuerdo cuando nos llevabas a Sally y a mí al viejo y sucio descampado. Allí nos subíamos a aquellas gigantescas ruedas de cables, desde donde se veía todo nueva York y soñábamos con ser unas bonitas princesas. Tú, tú nos contabas millones de historias alucinantes, que siempre aunque no nos diéramos cuenta, nos enseñaban una nueva lección. Me encantaba pasar las tardes contigo y escucharte hablar sobre tu mujer y tus hijos. Sobre tu vida y sobre tus sueños. Era una niña pero aun así sabía lo mucho que valías.

Podría decir mil cosas maravillosas de ti. Si... claro que podría. Pero hoy... hoy te recuerdo gris. Gris como el cambio del día a la noche. Gris como el invierno cuando deja atrás el otoño. Gris.... solo gris. Tantas veces te he pensado que he conseguido que te metas muy dentro de mí. No eras mas que un simple vecino para muchos, un anciano que decía tonterías, que llevaba toda su vida en el mismo lugar viendo a la misma gente, pero para mi... para mi fuiste mucho mas. Fuiste aquel que hizo de padre en los momentos difíciles. Aquel que me enseño a creer en mi misma como un abuelo y aquel, que por encima de todo me escuchaba como un amigo. He de reconocer que muchas veces te echo de menos. Nadie me conocía mejor y nadie me entenderá jamás como tú lo hacías. Eso lo se. No me preguntes por que pero estoy segura. Me prometiste que nunca me dejarías, que cuidarías de mí, que siempre seria tu niña bonita, tu princesa. Me mostraste un mundo que no existe. Me cerraste los ojos, y me abriste el alma y el corazón. Aunque no lo creas, a día de hoy sigo siendo así. Tal como tú me hiciste. Tal como tú me enseñaste. Quizá porque pienso que tengo una deuda contigo. Quizá...

Tu fuiste todo lo que otros no me daban, tu fuiste todo eso y mucho mas. Mi ángel de la guarda, mi protector. A veces cuando pienso en ti, me gustaría saber que es de tu vida. Si estas bien y si eres feliz. Si has conseguido ver todo aquello que me contabas y si has llegado a triunfar entre la multitud. Apenas recuerdo tu cara o tu cuerpo. Ni siquiera me acuerdo de tu nombre... solo tengo millones de cartas escritas por la letra de un don nadie. Recuerdo tu voz grave y fuerte. Recuerdo tu mano acariciando mi pelo y tu sonrisa.... esa preciosa sonrisa que siempre veía antes de dormirme cuando cada noche me contabas un cuento nuevo. Ahora soy yo la que hace cuentos. Estoy escribiendo mi propia historia, como me dijiste. Estoy luchando por ver lo que juraste que vería. A veces lo dejaría todo por volver atrás. A aquellos tiempos en los que todo me parecía perfecto. En los que tú, mi querido amigo me ayudabas, me cuidabas.

Me enseñaste a amar, a perdonar, a creer que nada es imposible, a llegar hasta el final... pero tú no lo hiciste. No amaste, no perdonaste y ni siquiera quisiste llegar hasta el final....
Es algo que jamás entenderé, pero no soy nadie para juzgarte. Se que la vida da muchas vueltas, y que quizá un día de estos me encuentre contigo de nuevo. Muchas veces he sido injusta. Injusta por pensar mal de ti por dejar que la tristeza me pudiera. No se cuales fueron las razones de tu adiós. Pero se que tu me querías como a una hija. Se que yo era tu pequeña esperanza. Cada día me lo demostrabas. Me demostrabas que aunque no éramos nada yo lo era todo para ti. De verdad te importaba.

Cuantas veces me hablaste de la vida. Y yo... yo te decía que no entendía porque me contabas todo eso, que era una niña y que quería jugar. Entonces tú te reías. Te reías y me devolvías tu mejor sonrisa mientras en voz baja, casi susurrando decías para ti mismo que ya lo entendería y que razón tenias...
Creíste en mí y me apoyaste en todas mis disparatadas locuras y caprichos. Los 4 años que pase a tu lado fueron alucinantes. He conocido mucha gente a lo largo de mi vida. Muchísima. Pero puedo decir con toda tranquilidad que de nadie he aprendido y aprenderé jamás, tanto como lo que aprendí de ti.

Me gusta recordarte. Recordarte mientras paseo por la orilla del mar con un café para llevar entre las manos. El ruido de las olas se asemeja a tu cansada pero viva voz y el susurro del viento jugando con la arena, me recuerda tus historias. Muy dentro de mí sigues estando presente. Se que estés donde estés, te acuerdas de mi. Lo se.

No voy a negar que llore cuando vi que ya no estabas porque nunca mas volvería a escuchar tus aventuras, quejas y disparates. Nunca más te volvería a ver sonreír. Pero no te guardo rencor. A veces, cuando siento miedo, intento pensar en todas aquellos cuentos que me contabas. En todos tus sueños y en tus consejos.
Siempre decías que estaba predestinada a algo grande. Que mi forma de ver las cosas me llevaría lejos, que yo valía para esto y que podía llegar a ser quien quisiera ser.

Y tenías razón. He encontrado lo que me gusta. Me siento viva cuando tengo una cámara entre mis manos. Es como si una llama de fuego naciera en mis ojos cada vez que hago una fotografía. Como si pudiera retratar en ella todo ese mundo de magia y fantasía que se esconde en mi cabeza.
Y te lo debo a ti. Tú me enseñaste a apreciar los pequeños detalles, a ver lo bello en lo natural.
Es por eso que en cada foto, cada proyecto, cada ángulo, cada posición, cada foco, cada flash y cada luz, estas tú. Acompañándome segundo tras segundo y animándome para que llegue lejos y cumpla mi gran sueño: llegar a hacer arte con una cámara.
Aunque pase el tiempo, siempre estarás dentro de mí. Gracias. Gracias viejo amigo.
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Palabras Clave: sentimientos pensamientos reflexion kandy

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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