De niño me decían que la picadura del alacrán causaba la muerte a las veinticuatro horas. Por eso cuando encontré uno en los roqueríos del camino tomé precausiones. Busqué un hoja dura y flexible para llevarlo a mi casa.
 El trayecto fue sin novdad, el alacrán llegó intacto, por lo que lo dejé en una caja plástica mientras le buscaba un lugar definitivo.
 Me di cueta de que podía tomarlo de la cola sin que me picara, tomé confianza y perdí el miedo. Jugué con él hasta que ya no se movió, lo sarandié, sacudí la caja, pero no dio señales de vida.
 Deslicé mi mano para tomarlo y botarlo, cuando el alacrán despertó y me enterró su aguijón rápidamente entre el dedo corazón y el índice. nunca había sentido un dolor tan fuerte.
 Esperé despierto mi muerte por veinticuatro horas, siete días, un mes... hasta hoy sigo vivo.