Encubierto
Publicado en May 16, 2010
Un señor robusto, con cara de sinceridad, con pies cansados pero con ganas de andar, con brazos fuertes llenos de utilidad; sus uñas entre comidas rellenas de ansias y de culpabilidad. Sangran sus ojos, llora su alma, dejan de latir por un instante sus oídos, sin poder escuchar los gritos de quien suspira un último respirar. Se ha convertido en Dios y en el demonio en un instante. La fuerza de su poca capacidad de pensar, hacen de su fuerza muscular, la única instancia que se deja observar. Corre, corre sin pensar, sintiendo por última vez su libertad.
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JOSEFINA
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